Grímur Hákonarson vuelve al mundo rural y familiar después de convencernos con Rams (El valle de los carneros), en esta ocasión con el mundo vacuno de por medio. Dos personajes principales una mujer y una cooperativa, esa que se supone que vela por el bien común de todos aquellos que están dentro.

Inga es una agricultora y ganadera que acaba de perder a su marido y está a punto de perder su negocio. Ahora tras quedarse viuda y tener que hacer frente sola a todo se da cuenta que no conocía todo lo que había detrás de la cooperativa local que les arropa, para ella es más una presión que una ayuda. Decide plantar cara y se encuentra con la presión de los responsables pero también con el apoyo de muchos vecinos.

En Oro Blanco todo se dice con las miradas, a veces distantes y ausentes, poco hay de diálogo que sea a destacar. La sombría de los gestos de los personajes es lo que más se remarca, todo en una cierta tonalidad gris, que hace del entorno algo más que turbio en el argumento. Sorprende que el cartel de promoción de la película tenga esos tonos azulados, cuando luego lo que se quede en retina sea un color oscuro, como si la intensidad de negativismo es lo que finalmente queda después del visionado.

Hay un tono aséptico entre cada uno de los personajes que aparecen, aunque todo parece influir, un calado frí en el ambiente que marca la distancia que cada uno tiene, la falta de comunicación, la no implicación en nada de lo que ocurre al contrario invadido por el miedo, mirando hacia otro lado. Esa frialdad se traslada al espectador, que puede que encare la situación de distinta manera, puesto que uno ve y se imagina algo distinto en cuanto a las reacciones, esa baza a veces es buena y otras no tanto.

Karma Films

La cámara del director Grímur Hákonarson recorre con sigilo en varias ocasiones la mecanización y avance de la granja donde vive y trabaja Inga, la protagonista, viendo cómo todo ha ido variando, donde la tecnología ha entrado a formar parte de lo que normalmente se hacía manualmente. No es lo único tecnológico que se refleja en la cinta. El director ha introducido las redes sociales como arma de denuncia social, como escaparate ante el mundo, un poco más allá de ese pueblo que refleja. Pero lo que mejor ha reflejado es la soledad de la protagonista tras cada uno de los desencuentros que tiene.

Este drama rural y personal a veces nos vira por los tornos del thriller, de crear una atmósfera asfixiante y de incógnita con algún hecho que acontece más en el aspecto familiar pero que proviene del laboral, de ahí que eso nos lleve a la mafia que hay de fondo en las organización que se plasme, pero que se desvela desde el primer momento, y eso hace que la incertidumbre no quede demasiado en el tiempo del metraje.

Oro Blanco deja a debate la individualidad de las personas en el entorno rural debido a las presiones de las asociaciones y cooperativas. Un sector el agrario y ganadero que es pura supervivencia en muchos momentos, pero que le falta una coordinación en muchos momentos, como en tantos otros.

Al final después de 90 minutos echo de menos algo más de potencia en la trama, un poco más de conversación ácida, donde el poder de la palabra quede por encima de unos actos que están casi cantados desde el primer momento. A Oro Blanco le falta un poco de alma, no en el fondo pero sí en la forma de contar.

Karma Films

Título original: Héraðið / The County Título: Oro Blanco Duración: 90 minutos Dirección: Grímur Hákonarson Guion: Grímur Hákonarson País: Islandia; Dinamarca; Francia; Alemania Fotografía: Mart Taniel Reparto; Arndís Hrönn Egilsdóttir, Sigurdur Sigurjónsson, Sveinn Ólafur Gunnarsson, Hannes Óli Ágústsson, Hinrik Ólafsson, Edda Björg Eyjólfsdóttir Productoras: Netop Films, Haut et Court, ONE TWO Films, Profile Pictures Género: Drama / Vida Rural

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