Un blues para Teherán es la ópera prima de Javier Tolentino, periodista radiofónico, curtido entre imágenes para trasmitir el cine, el que a él le gusta en El séptimo vicio, el programa de Radio 3 dedicado al séptimo arte.

Esta película ha sido una carrera de fondo, 7 años, dos de ellos de reuniones y cinco de creación y puesta en escena desde que entra en el proyecto Quatre Films, Sandra Mora. Durante toda la conversación sale este nombre a relucir, y dejan entrever las palabras de Javier que Un blues para Teherán no hubiera sido posible sin ella.

También está presente en la producción Luis Miñarro, Eddie Saeta, él ha sido una de las personas que animó a Javier a escribir y que lanzara a dirigir. Hubo un proyecto en su día sobre Miguel de Unamuno que se quedó en el aire, y que a Javier le hubiera gustado sacar adelante, pero la radio en ese momento, mucho más de siete años atrás, no le dejaba el suficiente tiempo para ello.

Un blues para Teherán

Javier nos comenta que ha trabajado con dos equipos, uno español y uno iraní de cámaras. Quería plasmar la diferencia entre las dos escuelas, tanto en fotografía y en cámara. El inicio está realizado con el iraní, con Erfain y para Javier es como abrir un cuento: un recordar que estás aquí gracias al cine que tu has heredado, el cine que has mamado y los libros que has leído, por eso la primera página de Un blues tenía que ser implícitamente y sutilmente desde una óptica iraní, y que yo he llegado aquí porque desde los años noventa me empapé de su cine y de su cultura.

Un blues para Teherán se mueve entre el documental y la ficción, zigzagueando entre ambos géneros y llevándonos por sus calles y su cultura: La estructura narrativa es una road movie por Irán, como un cronista de radio que soy yo, y va por Irán buscando viejas canciones, para interpretar un poco cuando se rompió el hilo umbilical con oriente. A través de todo ello voy componiendo el documental, pero luego está el trabajo desde la ficción con los actores, y efectivamente es un híbrido.

Un blues para Teherán

El balance entre lo clásico y lo moderno está totalmente presente en toda la película, ya sea en la música, en imágenes, como en comportamientos. La parte documental nos lleva por esas calles con esos vendedores, por esas aguas y sus pescadores, con sus declaraciones sinceras y honestas, donde aquí veríamos algo clásico, ancestral y pasado, allí es su realidad y su día a día. Algo que Javier ha plasmado a la perfección esa conjugación entre los mundos actuales, y las diferencias que podamos ver en imagen, que no quiere decir en mentalidad y conciencia social. Y centrándose en la música nos cuenta que allí saben conjugar muy bien todos esos instrumentos musicales tradicionales con la juventud, y es algo que ha querido llevar al guion, aquí dice que es menos habitual, excepto algún caso en Galicia o en El País Vasco.

El desarrollo y el proyecto, dice que le fue complicado, al igual que la grabación, cada faceta tenía su dificultad. Comienzas un guion a través de todo lo que tu tienes de bagaje de Irán, de lo que has visitado, de la gente que has conocido, de los territorios, de los anocheceres en el desierto, o de los amaneceres en el Delta del Caspio y tu vas construyendo entorno a lo que tu querrías encontrarte cuando vayas, pero cuando vayas, te puede cambiar la película. Pero ahí he tenido suerte, lo que piensas en lo que te vas a encontrar, pero es verdad que es complicado. Ese pescador estaba en el guion desde el inicio,  pero no le conocía. En el Caspio se han creado mil aventuras, un mar interior, para otros un lago, donde habitan muchos países ribereños, y ahí tenía que encontrar algo, y yendo en una canoa fotografiando pájaros, flores y de repente en un chiringuito de mala muerte me encuentro a Ashgar, ¡A por él! Pero superó con creces lo que yo imaginaba, y es lo bonito de todo esto.

Un blues para Teherán

Javier afirma que las mujeres en la película son esenciales, los papeles que están desempeñando son vitales para conocer el país, y reivindicar lo que no pueden hacer. Personalmente el discurso que realiza la mujer cantante, Golmerhr, armoniza toda la película, es una fusión de amor y dolor al mismo tiempo por un país que le da todo, pero al mismo tiempo frena su propia libertad. Es la belleza, en su conjunto como país, lo que capta con la cámara Javier, y también todo lo que les queda por alcanzar como libertad individual y colectiva. Un país dónde el amor es algo prohibido.

Esas partes de documentales han sido un trabajo de búsqueda, de movimientos, de encontrar historias que dieran con el significado exacto de lo que refleja Irán para Javier. Aunque el está contento con todo su trabajo, con esa faceta de investigación es de la que se encuentra más orgulloso, incluso teniendo que haber dejado historias en el tintero, que pudieran aparecer en un corto, habrá que esperar si esa historia que me cuenta de unos baños dentro de un mercado finalmente sale a la luz, o están plasmados en ese libro que sale el día 11 de diciembre, Cuaderno de rodaje. Ese día habrá un pase técnico en Filmoteca Española, donde podrán asistir los mecenas que ha tenido la película, además de todo aquél que quiera ir como asisitente, la Filmoteca ya ha puesto las entradas a la venta online.

Juan López – Quatre Films

Quatre Films ha sufrido todas las dificultades del mundo para poder grabar en Irán, incluso teniendo todos los permisos para ellos, han tenido miles de obstáculos. Pero Javier hace hincapié en dejar claro que luego el pueblo iraní, es un pueblo culto, educado, lo cariñosos que son. Por todo esto, y porque ha querido plasmar todas las aristas del país, le gustaría que la película se pudiera proyectar allí, sería todo un sueño para Javier. Quizá si eso fuera así, cerraría ese círculo de amor por Irán, si no, tengo la sensación que le quedaría todavía algo pendiente para con el pueblo iraní.

Nostalgia para Teherán de Walter Geromet, es el tema inicial de esa parte donde aparece Erfain en primer plano, en una secuencia que va toda la canción. Es una composición para la propia película que irá en su próximo disco. Necesitaba que fuera una canción triste que mostrara ese hilo roto entre oriente y occidente. Quería un blues para una noche de actividad privada y clandestina, que sería la música que necesitaría el protagonista para ir por las calles de Teherán por las noches como un vagabundo. Walter captó muy bien la idea, y el título de la canción fue suyo

Verkami

Aunque ese hilo de conexión parece que es la música en todo momento, para mi es la imagen, la fotografía me lleva constantemente a viajar por ese país y su diversidad de colores. Porque Un Blues para Teherán abarca mucho, y cambia bastante de tonalidad, y ahí en ese cambiar de tipo de plano y de narración que puede desconectar al espectador, me recuerda a Kiarostami y su documental 24 Frames, que cambiaba de enfoque en cada cuadro o fotografía y no te sacaba de contexto. Aquí Javier Tolentino ha jugado con esa baza de no sacarnos de lugar, aunque nos fuéramos del río a oír cantar a los grupos que nos muestra, o a esa historia del chico pintor. Todo tiene su salto, pero sin sacarnos del encuadre que se marcó en un inicio, contarnos una historia de amor a un país, Irán.

Ahora solo nos queda saber quién se llevará el gato al agua y distribuirá Un blues para Teherán en España y así poder disfrutar la película en pantalla grande. Porque muchos ya la hemos podido ver en FICX, online, festival que acogió un Blues para Teherán para cerrar su edición, y por lo que Javier se encuentra muy agradecido y satisfecho de haber podido estrenar, sobre todo teniendo en cuenta el año tan convulso que llevamos.

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