Mikel Azpiroz, músico y compositor de escuela de conservatorio de música clásico, podríamos pensar que sus influencias fueran solo esas, pero el ser de San Sebastián y que la familia materna le introdujera en los conciertos de jazz desde muy pequeño ha hecho que todo se ampliara. Jazz al día, en los ochenta fueron el magnetismo para que las raíces afroamericanas, jazz y blues se introdujeran en su vida. Fusiona todo en este disco todo esto que nos cuenta, su bagaje clásico y las referencias de blues y jazz
Mi personalidad musical se ha forjado con el piano, luego he ampliado con otros instrumentos, órgano hammond o guitarra, pero el piano sigue siendo el principal, es con el que de manera más natural me expreso.
Muchas de sus canciones no tienen un tiempo medio, de tres a cinco minutos, sino que algunas incluso se van a 9. No cansan todo lo contrario, es una recreación en la creatividad por su parte, pero ante todo nos dice que no son para nada usuales en tempo ni en tiempo, y si son así de extensas son porque necesitan esos minutos para llegar a lo que quiere trasmitir, son temas muy pausados, muy íntimos que requieren de crear una atmósfera, un ambiente y para eso se necesita tiempo.
Mi forma de componer es muy espontánea, conscientemente espontánea, yo mismo me fuerzo a no esforzarme a la hora de crear música, espero a que la inspiración aflore de manera natural en mis proyectos, en los de encargos uso otros mecanismos. Quiero que lo surja sea muy natural y muy personal.
Su música nos deja viajar, dejar volar la imaginación, por su tranquilidad y su diversidad de géneros que inserta en sus composiciones. Como bien dice, y no podríamos estar más de acuerdo, le gusta la capacidad que tiene la música instrumental de sugerir de manera distinta al oyente, depende de cada persona. No tiene una acotación por palabras y normalmente el oyente percibe casi lo mismo que yo quiero percibir.
Cuando hablamos de sus directos nos dice que van piano, contrabajo y batería, donde alternan franjas de piano solo con otras de unión con el resto de instrumentos. Sí que nos remarca, es su forma de actuar, de manera seguida, no hay una pausa y aplausos entre cada canción. De esta forma buscan la concentración y crear un ambiente propio para desarrollar todo. Al mismo tiempo potenciar la conectividad con el público y que disfrute de esas composiciones como si fueran un todo: Crear una ceremonia donde el público se sumerge fácilmente en la música.
El disco está disponible desde otoño, y han podido presentarlo tanto en San Sebastián y en Bilbao. Es consciente que todo va a otro ritmo totalmente distinto qué en otras ocasiones, pero poco a poco ve como van surgiendo conciertos donde poder expresar lo que ha querido plasmar en este tercer disco en solitario.
La música está inmersa en una vorágine, en una catarsis llena de contradicciones. Por una parte, está la total accesibilidad con lo que conlleva su perdida de valor, pero al mismo tiempo está el llegar a más gente. En el lado creativo la corriente general es un poco plastificada, se buscan productos con perfección, como si fueran latas de supermercados, pero echo en falta la frescura, la espontaneidad y la imperfección, esto último es necesario para dar credibilidad y vida al arte y el algo que reivindico en Islak.
Miquel Azpiroz nos habla de imperfección, pero en cuanto al sonido busca la perfección ahí es importante para él que sea así para que la persona que escucha sus canciones capte lo que realmente quiere trasmitir. Esa máxima le ha llevado a tener su propio estudio para poder realizar sus trabajos con la exigencia y calidad que el quiere dar con su música.
Su sello musical no lo crea para estos tres últimos discos suyos individuales, si no para otro proyecto anterior, Elkano Browning Cream, hace unos 15 años y donde el panorama musical ya estaba cambiando. Tuve claro que quería gestionar los tiempos y las maneras de hacer, quería trabajar desde la independencia ejecutiva, tanto en el nivel de gestión y en el artístico. Es mucho trabajo pero te permite ser más libre, y es un valor muy alto para mí.
Si le preguntamos cómo combina sus trabajos personales con todas las colaboraciones que realiza (The Waifs, Duncan Dhu, Travellin’ Brothers, Jabier Muguruza, Elena Setién…) lo tiene claro: Combinar todo para mi es un lujo, la clave mental con la que trabajas en un proyecto propio y en otro es muy distinta, en el mío casi que tengo toda la responsabilidad, siempre hay que dejarse aconsejar, mientras que, si estoy colaborando, me permite estar abierto a otra manera de interpretar y de enfocar esa música de la habitual mía, tengo que está más abierto. Pero es enriquecedor porque te lleva por terrenos que por ti mismo no irías, y es un lujo porque siempre se aprende. Para mí la interacción es fundamental para progresar como músico.
Para el no hay diferencia en parte entre sus tres discos, Gaua, Zuri e Islak, nos dice que todos transitan por el mismo camino: Introspectivo, pausado, intimista en el que se siente muy cómodo. El primero fue para el más inocente, y al mismo tiempo un poco sorpresivo, porque no esperaba tanta aceptación al tener temas tan pausados. El segundo cree que tiene un poco más de seguridad, al conocer la senda, y este tercero es más maduro al incorporar batería y bajo, algo que llevará al directo. Dice que van progresando y adquiriendo matices nuevos.
Su sueño se está cumpliendo, no desea más que seguir haciendo lo que le gusta, su música al piano. Una música que navega entre lo clásico, el blues y el jazz y que nos trasporta a la serenidad y a la pausa, algo que podríamos reivindicar en estos tiempos tan rápidos que a veces vivimos.
El próximo domingo (21 de febrero) presentan en concierto el disco «ISLAK» en el Civivox Condestable de Pamplona, a las 12:00.