El director Tsai Ming-liang entra en nuestras pantallas con dos propuestas: Good Bye, Dragon Inn reeditada en 4K y Rizi/Days

Que el director chino-malayo Tsai Ming-liang tiene una larga trayectoria en cine documental es algo que está latente en Rizi (Days). Sus tomas son de observador, de pausa, de esperar a que las cosas sucedan y no imponer nada. Parece haber dejado la cámara en busca de las situaciones partiendo de un tema y dejar que todo fluya.

Un ventanal acoge a Kang, tras ese cristal la lluvia y el viento resuenan con fuerza, pero de repente algo lo hace más, algo extraño le ha pasado y no sabe la razón, el dolor ha aparecido y no se va. Non, vive en una humilde casa en Bangkok y le gusta cocinar platos típicos de su pueblo natal. Ambos mantendrán sus rutinas hasta que se encuentren en un hotel, donde la soledad ya no será su compañía, por unos instantes dejarán de lado esa faceta de su vida.

Normalmente mis secuencias sólo tienen un plano, no veo la necesidad de utilizar varios planos para explicar bien la historia, por lo que uno es suficiente. Creo que, con una perspectiva correcta, un encuadre estético y un poco más de tiempo, ya se puede ver todo con claridad. Si mantenemos mucho tiempo el plano, casi hasta que uno pierda la paciencia, aparece la sensación de realidad. Goodbye, Dragon Inn fue una especie de despedida, un homenaje a los cines extintos. Quería poder mirar en todos los rincones del cine, por lo que introduje el personaje de la taquillera, que tiene una cojera, y dejé que caminara el espacio, usando su lentitud como excusa. No hay narración, sólo el tiempo.

Extracto conversación con Tsai Ming-liang editado por Vitrine Films

Hay calma y sosiego al mismo tiempo que hay dolor y resignación en cada una de las secuencias que completan Rizi (Days). La cámara fíja tal y como cuenta el director en el párrafo de su entrevista publicada por Vitrine Films, capta la esencia de cada escena, del proceso de lo que pretende contar y el tiempo necesario que necesita para ello. Es cautivadora por su análisis personal de cada protagonista, sin entrar en detalles, pero sin dejar nada de lado, solo la normalidad de las situaciones en las que se encuentran, planos más o menos largos, más o menos cercanos, pero todos intensos.

Todo ello está recreado con el sonido ambiente para dar más verdad a las historias, no hay necesidad de nada externo, incluso no hay diálogos, breves y tan concisos que pasan desapercibidos, porque el director ya ha conseguido que el espectador esté completamente hipnotizado por sus planos, por sus protagonistas que transitan con lentitud, con calma para encontrarse a sí mismos.

No es una película corta, los dos personajes nos atrapan durante 127 minutos, que para nada se hacen largo, todo lo contrario. Estamos expectantes de saber que ocurre en esos planos que van virando de personaje hasta que se encuentran, de como se teje la historia de cada uno. Aunque parezca que no nos cuenta nada va dejando pequeños retazos para hilar en esas dos vidas solitarias, con sus luces y sus sombras, con sus miedos y sus anhelos. Una historia de amor, de vida, de soledad contada con el tempo adecuado para definir bien la silueta de sus interiores.

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