No es necesario que una comedia sea de esas películas que estás a carcajada limpia, mucho mejor una sonrisa, pero mucho más si es en el alma, si los personajes son nobles, sinceros y que pasan por situaciones que parecen meramente de apuro emocional, más que pura comicidad.  

Los hermanos Tarzan y Arab Nasser, en su segundo largometraje se centran en una historia real, (la historia del pescador que encuentra una figura de 2.000 años), en personas de a pie, en lugares comunes de Gaza, y tesituras comunes abarcando lo social y lo personal, de una manera sencilla, con escenas cotidianas pero que nos llevarán por un mundo cómico a la vez que excéntrico que se nutren de la particularidad de lo político extrapolado a lo social personal.

Issa ha llegado a una edad donde parece que el amor ya no tiene cabida, pero sabe que está enamorado de Siham en secreto, su forma de ser, tímido e introvertido hace que no se decida a declararse. Es pescador y tiene una rutina, su trabajo, pasar a visitar a un amigo y poco más añadido a su vida que la visita de su hermana. Un día pescando encuentra una antigüedad que lleva a su casa, por querer conocer un poco más de esa figura acaba en comisaría, pero su vida no cambia, excepto que se siente con más confianza en sí mismo y tiene el propósito de declararse a Siham. Ella es viuda, vive con una hija recién separada que no cree en el amor, y trabajan en una sastrería de mujer, ahora Issa le propone que le arregle unos pantalones para así poder coincidir más con ella.

Lo cotidiano es lo que llega de Gaza mon amor, no hay nada extravagante ni exagerado, ni siquiera esas pesquisas casaderas que aparecen, que dan el toque de humor necesario para entrar en una historia de amor posible, fuera de esas encerronas, pero que necesitan de pequeños empujones, de experiencias y de necesidad de compartir vidas en una ciudad, Gaza, donde la soledad y la necesidad de huir parece apropiarse de sus habitantes.  

Los hermanos Nasser han mostrado esa policía que parece autómata y de palo, encorsetada en una situación irreal ante los ciudadanos donde impera lo que yo diga, de una forma ritual sin explicaciones y sin detalles, pero haciendo de ello una parodia, mucho mejor que cuando se trató en Todo pasa en Tel Aviv (Sameh Zoabi) donde todo es excéntrico. También está el hecho de plasmar la supervivencia en lo laboral, de la necesidad en algunos casos de buscar un futuro mejor fuera de esa ciudad y sociedad, de marcar lo cómico en esos trabajos donde se buscan las horas para poder trabajar porque la luz va y viene y que parece sancionar al más pobre por poseer una lámpara. Pequeños detalles que se suman a describir una sociedad que sobrevive a la vida con imaginación e ingenio.

El enriquecimiento en la película está llevado de la mano de la naturalidad de las interpretaciones, de los dos personajes protagonistas, Siham e Issa, Hiam Abbass (Los limoneros) y Salim Daw (Todo pasa en Tel Aviv), que dan una lección de actuación y de concreción en su trabajo con pequeños gestos divertidos sin necesidad de forzar una actuación cómica. Pero no hay que dejar de lado lo que aportan a la cinta los personajes de la hija de Siham y la hermana de Issa, dos mujeres dispares que representan tanto las nuevas generaciones, en esa libertad laboral y personal, y las tradiciones en ese querer arreglar un casamiento, en llevar la casa de su hermano.

Gaza mon amour ganó el pasado 2020 en el Festival de Toronto: Premio NETPAC – Mejor película asiática y en el Festival de Valladolid – Seminci: Espiga de Plata y Mejor guion, y es una buena película para disfrutar de una temática con humor y pequeña sátira social, además de unas buenas actuaciones.

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