Esa carretera casi desierta que aparece en Lola acoge dos road movies casi sin quererlo, el viaje de duelo por la pérdida de su madre por parte de Lola, y el viaje de ese padre en intentar comprenderse a sí mismo, no a su hija, porque eso ni lo intenta.

Lola ha llegado a la mayoría de edad, y vive en un centro de acogida con Samir, la persona que ha estado a su lado desde que se quedó en la calle tras el rechazo de su familia. Es impulsiva, introvertida y jovial en su aspecto con ese color rosa en su pelo. No tiene buena, o ninguna, relación con su padre, pero ahora tendrá que verle, ya que su madre ha fallecido. Su padre no quiere que Lola vaya a la despedida de su madre, quiere a su hijo, pero no a su hija. El conflicto aumenta cuando Lola en un arrebato se lleva las cenizas de su madre, y de ahí finalmente ambos, padre e hija, acabarán en un viaje hacia la despedida de Catherine en la playa, como ella hubiera querido, donde pueden limar asperezas, o todo lo contrario.

La cinta acoge varios momentos que describen a la perfección el proceso de una persona trans en su vida, esa incomprensión tanto en la familia como en quienes les rodean, la intolerancia de la sociedad ante lo que no está establecido según sus ojos. Muchas de esos instantes son en pequeños detalles, pero los necesarios para hacernos ver que a veces la fragilidad de una persona puede venir por lo más nimio, y que hacen que la montaña crezca y nunca a favor. En Lola todo está contado en un tono que no deja lugar a deshacerse del drama pero de tal manera que no cae en la desesperanza.

El personaje de Lola habla de las apariencias por boca de su madre, porque Lola, aunque independiente en su primer impacto ante al espectador, segrega una necesidad de ser querida por quien ella aprecia y respeta. Lo hace sin imposiciones, solo con situaciones naturales que parten de una despedida y que emprenden un viaje a recordar parte del pasado que ha marcado su carácter y personalidad.

El director Laurent Micheli ha abogado en Lola por una narración y visualización natural, sin florituras con un guion que busca la naturalidad, lo esencial en las relaciones. Todo ello con conversaciones a veces escuetas, pero lo suficientemente contundentes para abordar la temática desde un lugar de verdad buscando todos los puntos de vistas.

La actriz Mya Bollaers aborda un personaje sumido en su drama y con poco margen de maniobra que no sea la de luchar y salir adelante. Lola, la película, habla por medio de su protagonista de los miedos, de las pérdidas, de las inseguridades y las seguridades, y sobre todo de la tolerancia y el respeto, todo canalizado desde la parte más familiar llevada a la parte social.  Y sí, aquí está centrado en la relación padre e hija, pero si nos quedamos meramente ahí, puede que no hayamos captado todo lo que el director sutilmente ha querido mostrar en pantalla.

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