Escribo estas líneas el Viernes 24 después de visionar todas las películas de la sección oficial, y sin saber cuál será el palmarés oficial de esta edición, yo sí que tengo dos claras favoritas. Dos películas que sobresalen por encima del resto. Una de ellas es Arthur Rambo de Laurent Cantet.

Corría el año 2001. A los EEUU, sus amigos Sauditas les habían salido “rana”, y les habían mandado un par de regalos envenenados en forma de Boeing 767.

Yo organizaba el premio de la Juventud en Seminci, y nos preguntaron qué película se podría proyectar en la entrega del premio, inmediatamente pensé en Recursos Humanos de Laurent Cantet (1999).

Esa película mostraba sin coartadas la falta de conciencia de clase de mi generación, y cómo esa falta de unidad afectaba a las relaciones laborales, cómo esa falta de unidad nos condenaba a una irremediable pérdida de derechos civiles, nos condenaba (eso no lo sabíamos aun) a que nuestros hijos tuvieran todas las papeletas para vivir en una sociedad precarizada donde el mantra vital fuera el “sálvese quien pueda”. El “capital” había ganado y no se llevaba eso de sindicarse y organizarse.

Yo creía, sinceramente, que no podíamos ir a peor.

Cómo me equivoque.

Cantet hacia un cine ideológicamente cercano a Ken Loach, pero sin los maniqueísmos propios de británico. Cine directo a las entrañas.

Han pasado 22 años desde aquel primer trabajo del Francés, y el mundo ha cambiado de una manera inimaginable para un chaval de las Delicias como yo. Estoy en mi segundo año en el Festival de San Sebastián y Cantet presenta su último trabajo “Arthur Rambo”. Puede que ambos cerremos un círculo.

En su nueva película el francés de Melle nos narra una historia con muchas aristas, y lo hacen en forma de trepidante Thriller.

Seguimos al protagonista de un lado para otro, y lo que parecía que iba a ser una noche de celebración, se transforma en pesadilla. Unos tweets asquerosamente provocadores de su alter ego en redes (el famoso Arthur Rambo del título) condenan para siempre al joven escritor.

La película toca muchos y variados temas, pero a mí me interesa uno de manera especial. Un tema que me provoca muchas preguntas y pocas respuestas.

¿Lo que el personaje de Arthur Rambo hace en la película se puede catalogar de humor corrosivo?

¿Estos tweets son parte de la ficción que desarrolla un personaje? ¿O son opiniones reales, y por tanto censurables?

En estos momentos cualquier creador se reprime a la hora de llevar al papel determinados personajes y argumentos. La ficción hoy en día la censuran productores y editores y, esto es lo más grave, se autocensura el autor. Percibo un rechazo absoluto al individuo completamente libre que hace daño, escandaliza, ofende, hiere sensibilidades. Como si no hiriese mi sensibilidad salir a la calle y escuchar sandeces como:

«… Subir el salario mínimo 15 euros va ser una hecatombe…”  o,

«… El responsable de las residencias es Pablo Iglesias…»,

Me escandaliza encender el puto televisor y ver a Eduardo Inda mentir sin pudor en el supuesto medio «progre» de La Sexta. Cada día alguien hiere mi sensibilidad, pero yo crecí en Las Delicias, frontera con La Viudas, y no les recrimino nada, no me quejo, no lloriqueo. Estupendo, buenos días, ancha es Castilla.

Lo verdaderamente terrible es que, aparte de los habituales liberales de extremo-centro de turno y de los defensores de la democracia y la libertad de expresión, los más progres son los más dados a señalar, sacar las antorchas y hacer listas negras que acaban con personas, obras, con el disfrute de un poema, una novela, una película o un disco completamente libre, obras que ya son una rara excepción en este mundo lavado con Ariel. Nos estamos convirtiendo en un mundo de miedo, creativamente paralizado, exánime.  

El cine, en un futuro muy cercano, va a tener que pasar el filtro corrector del algoritmo de Netflix o Amazon y va a ser imposible hacer las películas que se hacían antes. Peckinpah hoy sería un apestado, y sus personajes misóginos serian mutilados en la sala de montaje.

Para otro día hablo de la otra gran película del festival:

El buen Patrón de Fernando León de Aranoa.

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