Arturo Prins no se caracteriza por ser un director que deje indiferente, todo lo contrario, es un autor de historias sin filtros, sin medidas y sin complejos. Es un medidor de pulsos al espectador, y se agradece porque siempre te hace pensar que hay detrás de esas secuencias, mucho que contar, mucho más de lo que ya ha contado.

Una joven va a coger una autopista, antes echará gasolina, no lleva mascarilla, pero se hará con una con gran desparpajo. Otra mujer va en un coche hablando, relatando lo que hará esa noche, se cruza con un hombre en medio de la carretera y no para, otro hombre pasa y tampoco para, pero llega la joven sin mascarilla y se baja de su coche para ver qué pasa, de ahí en adelante el hombre mayor sentado en una silla en la mitad de la nada y la chica cruzarán miradas, un par de frases y no se sabe si hay conexión o no, queda al pensamiento del espectador.

Mechongué es una historia con pinceladas de cuento casi apocalíptico, de magia, de intriga, posee el poso de la empatía en esa relación de un auxilio, más de almas que físico, que puede decantarse o inclinarse a algo más, pero eso ya es otra interpretación que cada uno deberá hacer, ya que los minutos finales pueden hacer variar la historia o simplemente pensar que la imaginación juega malas pasadas. Las secuencias que hay entre los dos personajes se basa en las miradas, en la contención y en la propia interpretación del espectador, de ahí saldrían miles de historias, como miles de personas.

Dice Arturo Prins que esta historia está escrita hace 15 años, desde luego adaptada a los tiempos, y también habría que preguntarle si hay partes que ha incluido del inicio de Estado Impuro, o si el film bebe de los inicios del cortometraje, esos personajes en coche, hablando, dialogando con otras personas, evaluando el mundo, las situaciones, ambos trabajos tienen un comienzo parecido, pero con un fondo distinto. Ambos tienen ese toque de road movie que nos llevará a un viaje sensorial a la par que emocional, ¿qué pasaría por la cabeza de la joven desde el comienzo de la historia al tramo final? también podríamos pensar que el final es su historia y lo anterior un oasis en el desierto dónde deja volar su imaginación.

Hay un canto a la vida en el corto, esa carretera es todo un corte en la naturaleza donde se despliegan tierra, mar y aire y el ser humano es un invasor, pura metáfora de los protagonistas que invaden la vida de los demás, porque la joven invade al gasolinero, le desconcierta, y a ella este hombre que está ahí esperando un alma que le comprenda más que una persona que le auxilie. Si pensamos que el director está hablando de la naturaleza y la vida en sí, ese hombre es el epicentro y ella la humanidad con la empatía suficiente para salvar parte de lo que se está por perder, el resto de personajes secundarios representan la sociedad, la frialdad y el distanciamiento emocional que existe hoy en día sin que nos despeinemos.

Mechongué estuvo presente hace unas semana en SGAE EN CORTO y se estrenará junto al largometraje del propio director, Under The Banyan Tree, a finales de octubre. El cortometraje se alzó con el premio al Mejor Cortometraje en el Gangtok International Film Festival, y ha sido seleccionado para el Noble International Film Festival And Awards.

2 respuestas a «Mechongué, el cortometraje de Arturo Prins»

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