La frescura es algo que se agradece, y cada vez más, en el cine. Algo natural que no resulte encorsetado, y que valga para recordar, entender y propiciar un debate de tiempos pasados. Érase una vez en Euskadi es un cuento personal de los recuerdos del director, Manu Gómez, de su infancia, de cómo marcaron ciertos acontecimientos la personalidad y sobre todo como se ve desde la distancia. Como él asegura, todo en la infancia se magnifica, se ve más grandioso y al mismo tiempo todo es relativo.
Mirada clara, más limpia y más objetiva desde la infancia, dice el director, y nada que objetar, todo lo contrario. Inocencia es lo que reflejan sus personajes que resultan didácticos, porque a su alrededor se dibujan diferentes personalidades y familias, con sus alegrías y sus tristezas, con sus miedos y sus anhelos, que nos desvelan como se fragua una sociedad desde la infancia y su mirada relativa, y seguramente objetiva. El director no ha dejado de plasmar temáticas duras como Eta, las drogas, el sida en los ochenta, pero siempre desde la mirada de la infancia y la distancia, no entrando a cada uno de ellos, solo lo que sobrevolaba en esos tiempos en Mondragón. Euskadi.
Después del visionado me interesaba saber cómo decide Manu Gómez lanzarse a realizar la película: desde mi visión casi de auto retrato, y desde la mirada y homenaje hacia una parte de la sociedad vasca, como era la de inmigración, como eran mis padres y de mis amigos, y el paso del tiempo que da la necesidad de recordar tu infancia como tu verdadera patria, mucho más allá de las fronteras. Tus amigos, el barrio y esas calles, volver a ello ha sido un viaje muy especial para mí, en todos los aspectos, pero sobre el físico al volver a Mondragón el lugar donde nací y crecí. Estar allí hizo volver y recuperar los colores y olores que tenía metidos en mi cabeza, que me resultaban bastante atractivas para poder escribir un guion, y ahí está el resultado. Ha sido un viaje, y por utilizar un símil con la época todo un tripi.
Dice Manu que un guion parte de un proceso creativo que siempre está vivo, Pelayo Gutiérrez responsable de sonido le dijo: Manu las películas nunca se terminan, las películas se abandonan. Realmente se dejan en manos de los espectadores para que vayan creando su estela, que hagan un proceso de composición interior y de reflexión.
Érase una vez en Euskadi, es un filme totalmente coral, donde cada protagonista tiene su propia historia. El director admite que mucho más allá de los problemas de la calle, de la política en los que realmente no ha querido entrar, su verdadero problema, el de todas las casas era llegar a fin de mes. Cada familia tiene un conflicto y su propio problema.
Además de la temática, que engancha por su sencillez y por la cercanía a la realidad, atraen esas interpretaciones tan auténticas, en papeles tan diversos y tan dispares a los que realmente estamos acostumbrados a ver a cada uno de los actores. Todos están llevando una carga distinta en su personaje, pero están impregnados de una grata veracidad que posiblemente que fuera por lo que nos cuenta el director, que a cada uno de ellos les encantó y atrapó el guion. Me siento un afortunado por tener este gran equipo, que a priori me ofrecía unas garantías, pero el viaje realizado desde los ensayos hasta el resultado final es un regalo. Coger a Marian Álvarez y que interprete a una granadina, sacar a la actriz de su zona de confort es atractivo para ambas partes, estos saltos y estas apuestas me gustan mucho y aquí todos los actores lo han dado todo. Espero que la vida me permita trabajar de nuevo con ellos
En la infancia de cada uno hay una película, una buena historia que contar. Cuando tienes doce años la vida es un constante descubriendo, afirma Manu cuando le preguntamos por la elección de esos cuatro niños, cuatro vidas distintas pero que se complementan por medio de la amistad, de la naturalidad de la infancia, sin prejuicios y con las ganas de conocer el mundo. Los niños fueron elegidos por casting, pero también por medio de una entrevista personal, y trabajar con ellos ha sido casi un juego, porque el admite que ellos es lo que hacen, ya que no están cargados de responsabilidades ni de métodos. Hay dos cosas que destaca del trabajo con los niños, que potenció que se conocieran y fueran amigos para que realmente eso se reflejara en pantalla, y que trabajó con ellos fue el acento para que quedara bien en voz.
Un rodaje en plena pandemia, que salió como admite el, por suerte, porque terminaron justo antes de que hubiera otro confinamiento. Hubiera sido un desastre si se hubiera tenido que parar porque los niños en esa edad cambian mucho y se habrían tenido que cambiar muchas cosas.
Comienza con Joey Ramone y What a wonderful world y termina con Los enemigos La música es el primer paso que yo doy al escribir una historia, si yo tengo algo en mente enseguida me hago una playlist que emocionalmente me lleva a los personajes, a las palabras, las localizaciones, los decorados…y yo que soy un fanático de la música de los 80, tener a la Polla Records, Decibelios, Los Enemigos, Barricada, ha sido un poco volver un poco a las Tdk de 90 de mi habitación y ponerlas. Para mi la música es fundamental y también la que ha compuesto Aránzazu Calleja, ganadora del Goya del Akelarre, que tiene una gran presencia en las emociones, en los vínculos de las historias que se cuentan. Era una invitación al espectador para llevarlo a aquella época.
La película cierra con La cuenta atrás de Los enemigos, ha sido para él la única licencia fuera de época en canciones, pero si nos paramos a escuchar y deleitarnos de la letra vemos que describe a la perfección la película, su evolución, como los personajes van evolucionando interiormente- Con esa canción estás contando el futuro, ese septiembre, la vuelta de todo lo vivido. Parece escrita para nuestra película, y por eso terminamos con esa canción.
Érase una vez es Euskadi no tiene efectos especiales, ni falta que hace, es una película, sencilla, íntima, radiografía de una época y desde la mirada inocente de un niño acompasada por la música de la época. Gran conjunto narrativo por parte de Manu Gómez que cuenta una historia desde el corazón y la emoción.