Se nota a la perfección que Under The Banyan tree fue rodada después de Autopsia de un amor. Este documental lleva el tono poético tanto en narración como en imagen que tenía su predecesora, nada en común en temática, pero si en parte de la forma. Es algo destacable y de aplaudir que Arturo Prins haya dejado una seña propia de identidad a un trabajo de encargo, haciendo algo propio en lo que plasma en el documental.

Nana Jessie llega a Filipinas con 18 años, deja su tierra natal Cuba, y Estados Unidos, su segunda nacionalidad de acogida para reunirse con su futuro marido Marcial Lichauco en Manila. Allí en Filipinas vive una vida intensa, llena de recuerdos, marcados por una mirada social que están definidos por la II Guerra Mundial hasta el día de hoy, donde la joven cubana ha virado en una mujer que recuerda su pasado con anhelo y con la dicha de haber podido conocer y ayudar a muchas personas. Su casa es todo un museo, donde se agolpan libros antiguos, arte tan moderno como exótico todo debajo de la abrupta mirada de un gran árbol baniano que data de más de 200 años junto al Río Pasig.

La película comienza con cámara en mano por imágenes de Filipinas hasta llegar a la casa de Jessie y a ella misma, y ahí es cuando la pantalla toma nitidez, previamente la imagen es difusa, movida y rápida llegar al epicentro de la película, a esa casa donde los años han dejado huella e identidad a partes iguales. Ahí ya entra en el mundo de claridad de la protagonista, de esa mujer que, a sus 103 años, en la grabación 109 en la actualidad, nos desgrana su vida y todo lo que ha influido cada una de las etapas vividas en ese país que el director nos retrata bajo esa alegre y crítica mirada de esa longeva mujer.

Tres protagonistas latentes en el documental, Filipinas, Nana Jessie y la música. Jessie y la música actúan de hilo conductor para que todas las etapas de Filipinas se vayan dibujando por medio de declaraciones, de imágenes de archivo y del propio montaje que el director realiza, todo fusionado y emulsionado con sobriedad y pulcritud. La película va en orden cronológico para entender el avance o involución del país, viendo todo desde una perspectiva de observador haciendo que todo se conjugue en una invasión tanto física como emocional la que tuvo el país durante años.  

Hay una comunión idílica entre la imagen, la narración y la música, todo entrelazado y mezclado en el momento justo. La música, clásica toda, solo para en algunas partes de las entrevistas, porque incluso en algunas, figura de una manera muy sutil, dotando al momento de más potencia descriptiva.

Aunque Jessie es la protagonista en sí, todas las personas que dan su opinión sobre ella o sobre el país van formando capas que hacen de todo un conjunto, pero sobre todo en la parte histórica y para conocer mucho más sobre la colonización española y americana y la posterior invasión japonesa en la II Guerra Mundial. La película es un sobrevuelo por esos más de cuatrocientos años de pasado del país, desde que los españoles llegaran allí hasta la fecha de hoy, sus avances y sus retrocesos, lo que aportó cada uno, todo ello visto desde la mirada de los filipinos y del país que ahora tienen, con la diversidad cultural que han ido heredando.

Todo esto acompasado mágicamente por la banda sonora compuesta por fragmentos de composiciones de Ravel, Debussy, Chopin, Albéniz, Schumann, Messiaen y Amar y la excelente fotografía que realiza el director Arturo Prins cuando transita por los lugares que nos muestra,

La parte más atrayente, históricamente hablando, es cuando entra en escena Carlos Celdran, quien con ironía y puro sarcasmo saca punta y detalle a cada época y sobre todo cuando está en cámara con su guion de guía turístico, y de cómo sus explicaciones navegan entre lo teatral y lo real.

No hay que olvidarse que el epicentro es Jessie, y que podríamos escribir mucho al respecto de ella, solo de ella y no del resto de la película, porque en esas conversaciones donde la protagonista habla de su infancia, de la maternidad, de las relaciones de pareja, dejan entrever su gran personalidad que oscila entre la frialdad y la practicidad por las pérdidas y la pasión por la igualdad en la humanidad. Ella en sí sería una sola película, y el resto del documental otra, solo con esa frase donde describe a su madre, a quien no conoció y de quien solo tiene una foto, sería para quedarse a conversar con ella por horas, y posiblemente la cubana no se definiría como correcta si no, más bien práctica.

Vean y escuchen Under The Banyan tree de Arturo Prins porque todos los sentidos cobrarán sentido en el documental que hoy 29 de octubre se estrena en Pequeño Cine Estudio, que se proyectará junto con su cortometraje Mechongué.

Una respuesta a «Under The Banyan tree de Arturo Prins: Invasión física y emocional en Filipinas»

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