Lucía Álvarez da vida a Mariana Pineda en la obra escrita por José Ramón Fernández y dirigida por David Ojeda. Del 1 al 12 de diciembre en el Teatro Fernán Gómez
Desde el día 1 de diciembre, y hasta el 12 de diciembre, Lucía Álvarez está dando vida al personaje protagonista de Mariana, en el Teatro Fernán Gómez de Madrid. Una función que la actriz defiende con elegancia y con todo el peso del personaje. 60 minutos de un recital, monólogo por su parte, acompañada por la guitarra y música de Carlos Ramos, un aporte fundamental para enfatizar el texto, y el acompañamiento teatral de la actuación de Marcos Pereira, que tanta cuenta, sin una sola palabra.
Es de agradecer un formato tan cercano en la representación de Mariana en la Sala Jardiel Poncela, cada respiración llega al espectador, cada suspiro del alma en el personaje es captado a la perfección, sin dar respiro a que se descongestione el corazón y la mente de todo lo que se absorbe de ese escenario sobrio, sombrío y frío, algo que refleja la esencia del entorno que nos quiere enseñar en su obra José Ramón Fernández, y que tan bien está dirigida por David Ojeda.
Todo ello no sería posible si el conjunto narrativo y actoral no se sintieran compenetrados, si quienes están en ese escenario no estuvieran, metafóricamente hablando, viviendo en sus carnes su papel, porque Lucía Álvarez lo hace desde las entrañas, desde el dolor del recuerdo, de la historia, y de lo que el personaje en sí entraña: defender sus ideas, aunque no dejen que sea así.
Hay varios puntales importantes en Mariana y son los extremos a los que nos lleva Lucía Álvarez con la representación de Mariana, la añoranza y la rabia, el pensar y recordar, la calma y el desasosiego, actos a veces opuestos que van virando dependiendo de cada escena, pero siempre con un fondo: sus ideales, sus recuerdos y sus pensamientos, desprendiendo amor por todo lo vivido y lo soñado, porque aquí en Mariana hay un espacio abierto para que todo se traslade al presente y sea de otra manera.
El libreto creado por José Ramón Fernández para mostrar la última etapa de Mariana Pineda, recuerda a Lorca, y ahí no puedo evitar acordarme de Una noche sin luna de Juan Diego Botto. Ambos actores, Lucía Álvarez y Juan Diego Botto, se enfrentan a un escenario solitario, a los miedos, a sus ideas, a esa última noche o etapa, y ambos encaran el escenario con gran entereza y a veces incluso con sorna, luchan por ser ellos sin miedo a la sociedad, algo que no les fue posible. Dos obras distintas pero con el denominador común de no querer dejar en el olvido el pensamiento y las tropelías del pasado.
Mariana no solo busca mostrar lo que el personaje era en sí, también enfoca a la sociedad, a esas limitaciones que la mujer tenía por ser mujer, por tener pensamientos y querer algo diferente a los que mandaban en ese momento. Ahí en esa parte, en retratar la frialdad de quien manda, entra la participación de Marcos Pereira, que con su silencio, con sus movimientos sibilinos y en la sombra dibuja como era la otra parte, nunca de frente, siempre a escondidas buscando la fragilidad del contrario.
Lucía Álvarez se fundió en el escenario, dejó su persona para ser personaje, y al acabar y por si la función no hubiera sido ya bastante emotiva, dijo, con un nudo en la garganta, que todas las funciones de Mariana serían para su gran amiga Almudena Grandes.
Cada pase de Mariana es accesible para personas con discapacidad intelectual y sensorial. (Paseo Escénico, subtítulos, audiodescripción, bucle magnético, sonido amplificado, programas de mano accesibles). La atención a la accesibilidad del espectáculo se realiza con la colaboración que la compañía tiene con la Fundación SIGNE y CESyA (Centro Español del Subtitulado y Audiodescripción) algo que es marca personal de la productora Palmyra Teatro. Además el próximo jueves 9 de diciembre realizarán un coloquio al terminar la función, y el viernes 10 una mesa redonda que tratará la accesibilidad e inclusión en las artes escénicas