Ahora que tenemos a debate en nuestro sistema sanitario el tratamiento de la salud mental, no está mal una propuesta como Un amor intranquilo que trata el tema desde el lado familiar, desde las dificultades que conlleva para todos los miembros de una familia convivir con una enfermedad psiquiátrica.
Joachim Lafosse relata y retrata en todas sus películas, amores, situaciones y familias donde el dolor y el amor ocupan casi el mismo porcentaje de intensidad, pero la balanza se inclina hacia el infortunio. Sus guiones se alimentan de la realidad, de los humano y en muchos, como en Un amor intranquilo, de las enfermedades mentales, es decir de la vida propia vida.
Todo comienza en un playa, una familia veraneando, el padre y el hijo en un barco, y la madre tomando el sol. Todo vira cuando el padre decide volver a nado y la incertidumbre se apodera de ella, Leila, que espera que Damien llegue lo antes posible. Un matrimonio que se quiere, pero que la enfermedad de Damien no ayuda a mantener la serenidad familiar.
Pocos protagonistas en Un amor intranquilo, pero hay uno que no es físico está en el plano atmosférico y es la sociedad. Porque aquí el guion busca la responsabilidad que tenemos todos a la hora de que otras personas puedan tener una vida aceptada por la sociedad dentro de las limitaciones que su cuerpo y mente tienen en un momento dado. Dejando latente que no siempre es así, que la sociedad acepte y que una persona con una enfermedad mental no siempre tiene la enfermedad activa.
En esos procesos de adaptación, la persona afectada reacciona de manera exagerada, y eso está muy bien destacado por parte de la cámara que absorbe cada plano del personaje de Damien, en sus cambios, en sus brotes, en sus altos, en sus bajos y en su no aceptación. En esa aceptación está la parte laboral que aquí la han centrado en ser un pintor, y busca y encuentra la creatividad en los momentos de exaltación mental, que al final acaban en física también.
Una película dura, pero tratada con la delicadeza que el director Joachim Lafosse sabe impregnar en temas delicados como es la salud mental y los temas reales. Las acciones avanzan sigilosas, profundas y con las grandes alteraciones de los protagonistas, nada sobrias por cierto. Hay dureza en muchas secuencias, dureza psicológica y emocional, intentando exponer y explicar la dificultad de la convivencia con una enfermedad mental como la bipolaridad.
Un amor intranquilo es creíble en cada secuencia, no hay exageración en las actuaciones y cala en el espectador, haciendo reflexionar sobre la necesidad de saber cómo enfrentarse a estas situaciones para no caer en lo típico y tópico de estigmatizar a la persona.
