La resiliencia y resistencia parece que no es algo muy habitual en la juventud, a quienes tachamos en muchas ocasiones de generaciones con menos espíritu de lucha y de iniciativa. Pero como no es bueno generalizar Jérémy Trouilh, Benjamin Charbit y Fanny Liatard nos dejan en bandeja un guion donde alguien lucha por lo que cree que es justo en un sistema que se mide por normas no siempre equitativas.

Gagarine tiene dos protagonistas principales la lucha y la ilusión, todo ellos implícito en el personaje de Yuri, aunque podrías decir que todo está dentro de ese edificio, Gagarine, que tantas historias contiene, que tanto cuenta y tanto silencia por sus grietas, por el paso del tiempo y por todos aquellos que pasaron por allí.

Las Torres Gagarine han visto crecer a Yuri, en las afueras de París, y como el personaje de quién cobra vida su edificio a él le gustaría ser astronauta. Sabe que su casa está en peligro por mandato del ayuntamiento para demolerla, y juntos sus amigos Diana y Houssan intentan salvar el edificio. Entre los tres realizan una parte, pero no consiguen que la orden se frene. Ahora Yuri quiere seguir con su lucha y se monta su propia nave espacial en el edificio, haciendo casi realidad su sueño, estar en el espacio y seguir viviendo en Gagarine.

Una cinta que podríamos decir que tiene posos de documental, ya que la película fue rodada en colaboración de gente que vivía en las torres en ese momento que narran.

La película comienza mostrándonos de dónde viene el nombre del edificio donde estaremos inmersos durante el metraje de la película, mostrando esa similitud visual que hay entre esas imágenes de archivo y lo que más tarde surgirá en la cinta por parte del protagonista.

El guion avanza poco a poco, metiéndonos en situación desde el interior de Yuri y su mirada ingenua e inocente frente a la burocracia, algo que no asombra, pero también ante sus vecinos que no ven su lucha como algo lógico ni de apoyar, meramente le miran como si estuviera viviendo y protestando por una causa que no fuera con ellos.

Hay un proceso de presentación de la situación, de los personajes que acompañarán a Yuri en esta etapa de su vida, de quiénes ya no están, de cómo las procedencias influyen en las rivalidades, los protocolos que no miran con humanidad, sino más bien con invisibilidad social, y todo ello llevado de una manera ligera, donde el espectador empatiza con la situación.

En la segunda parte es dónde la imaginación, la fábula y la ilusión cobran vida, y Yuri nos llevará por un mundo de resiliencia y resistencia social en soledad, pero con gran imaginación, trasladándonos a espacios que rememoran a Kubrick. Una llamada a la esperanza es Gagarine, a resistir frente a lo estipulado sin una lógica frente a lo humano.

Gagarine además inserta en la película las relaciones materno filiales y las de amor/amistad. Todo enlazando al personaje con mujeres que están en su vida de una u otra manera, y que desde la infancia han marcado su personalidad de resistencia ante la vida.

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