El crecimiento infinito es el último trabajo de Catástrofe Club, su tercer álbum. No hay que dejar de escuchar su música, pero ante todo sus letras, dan mucho de sí, lo mismo que la sociedad da para ellos: Josep M. Herrera (Voces, guitarras y programaciones) y David Molina (Bajo, teclas y programaciones)

¿Cómo nace Catástrofe Club?

Nace de nuestras infinitas tertulias de sobremesa. Cuando una conducta social nos angustia tanto que no alcanzamos a definirla con palabras intentamos plasmarla en una canción. De la suma de esas ‘conductas sociales’ narradas a nuestra manera nació nuestro primer álbum. Luego vino el segundo. Luego el tercero…

Tres discos en vuestro haber, ¿qué habéis aprendido de cada uno de ellos tras haberlos sacado al público (los dos primeros) porque con el tercero estaréis en ello?

Del primer disco aprendimos que no habrá ninguna revolución. Jamás. Del segundo disco aprendimos que no nos estamos enterando de nada.

¿Ha retrasado la pandemia este tercer disco, o por el contrario os ha dado para componer mucho más retratando la sociedad actual?

Empezamos a crear el disco pocas semanas antes de la pandemia y el confinamiento. Ello nos obligó a desarrollar el proceso creativo a distancia, mediante video-reuniones. Esa fue la única alteración, aunque no supuso ninguna demora. Respecto a la sociedad, la vemos ahora exactamente igual que muchos años atrás. No ha cambiado nada.

En el primer disco, 11 composiciones, en el segundo 10 y ahora 8. ¿No sé si esto corresponde a que cada vez consumimos discos más cortos y vivimos en un mundo que vive acelerado, y queréis comprimir todo vosotros también?

Quizá cuando estábamos terminando el segundo álbum nos dimos cuenta de que nuestra narrativa es muy sintética, tanto en textos como en sonidos. De manera que a partir de ahí apostamos por ser sintéticos en todo. Lo sintético nos permite conectar con quien nos escucha.

Tenéis unas letras muy agudas y con mucha crítica. Todas vuestras canciones tienen una gran carga de denuncia social, ¿cómo surge esta forma de expresión, tan natural al mismo tiempo que particular?

Es nuestra forma de expresión natural, de toda la vida. La forma de expresión que tenemos como personas, en nuestras vidas privadas. Simplemente hemos llevado esa forma de expresión a un plano creativo.

¿Para cuantos discos os da la situación y sociedad actual?

Podemos ir haciendo discos hasta que se acabe el mundo. Falta poco.

¿Cómo es vuestra forma de componer?

Alguna conducta social que observamos en cualquier momento, en cualquier sitio, nos resulta tan incomprensible que solo lo podamos digerir con una amarga carcajada. Eso es un punto de partida. A continuación, intentamos sintetizar esa conducta social en una o dos frases y empezamos a mezclarlas con algún ritmo de base.

¿Hay un público específico para vuestra música?

Lo que ofrecemos no es exactamente música. Más bien compartimos conceptos, sketches, píldoras, chutes, dardos o como lo queramos llamar. Lo hacemos mediante tres elementos: música, letras y visuales. En los conciertos nos damos cuenta que esos conceptos que compartimos con el público los entiende un chaval de 16 años y también un tío de 60. Los entiende el que escucha heavy metal, el que escucha dancehall, el que escucha punk o el que escucha pop pijo. Es algo muy transversal.

Tendemos en nuestra sociedad a etiquetar todo, y en la música también, ¿os gusta y qué etiqueta sería la vuestra?

Cada uno que etiquete lo que quiera. Respeto absoluto. Nosotros no podemos etiquetar lo que hacemos porque tendríamos que etiquetar las músicas de una manera, las letras de otra manera y los visuales de otra manera. Como en nuestros directos funcionan las tres cosas como un conjunto, el etiquetaje sería brutalmente complejo. Mejor lo dejamos sin etiquetas.

¿Desde que comenzasteis en la música, qué evolución habéis visto en el sector, para bien y para mal?

La evolución más destacable en los últimos años es la decreciente capacidad del oyente medio de concentrarse para escuchar, ya no un álbum entero, ya no una canción entera, si no más de uno o dos minutos de una misma canción. La prisa en el momento de captar contenidos es lo que más ha cambiado en el mundo de la música. Todo lo demás es estrictamente formal. Para gustos, colores.

¿Por qué destacan vuestros directos?

Por contar cosas terriblemente dramáticas y ver que el público se descojona de risa. Resulta extraño, paradójico.

¿Cómo se presenta este año de presentación del disco en directo?

Tenemos más mono de compartir que de exhibir; nunca hemos tenido la sensación de ir de ciudad en ciudad ofreciendo un espectáculo, si no de ir compartiendo conceptos con el público en cada sitio donde actuamos. Buscamos esa complicidad.

Un sueño por cumplir

Poder disolver la banda porque la humanidad, por fin, piensa y actúa utilizando el cerebro y el corazón.

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