Y así comienza todo,

tal y como debería ser

a los ojos de quien quiera ver

respirando, pues no queda otra

que entendernos, amarnos

o yacer en el polvo … en el lodo.

“All that breathes”, “Return to Dust” y “Arquitectura Emocional 1959” han sido tres piezas memorables en este Festival. La casualidad ha hecho que mi tiempo, escaso de festival, haya coincidido con su proyección, y la casualidad ha hecho también que el jurado decidiera premiarlas con el máximo galardón. La primera, mejor documental de Tiempo de Historia, la segunda como Espiga de Oro al mejor largometraje, y la tercera al mejor cortometraje, estas dos últimas dentro de la Sección Oficial. Las tres conforman una visión poética de las contradicciones a las que muchos nos enfrentamos en nuestro día a día. Pocos, muy pocos descubren que la grandeza de ser y sentirse libres dentro de una sociedad que aprieta hasta asfixiarnos, nos regala dignidad a quienes desde fuera contemplamos su infortunio. A través de una pantalla, de un lienzo en imágenes, todo se percibe como propio y cualquiera de los tres desenlaces son el nuestro, sin importar de dónde procedas o hacia dónde quieras ir. También la casualidad hizo que pudiera disfrutar de otras cintas premiadas, aunque no tan redondas como me hubiera gustado: “War Pony” (Gina Gammel, Riley Keough) te embelesa desde el primer minuto. El realismo con el que muestra el olvido y abandono de la población de Pine Ridge Reservation, (zona de la tribu originaria Oglala Lakota ubicada en el estado de South Dakota), empatiza con cualquier barrio marginal de cualquier ciudad española. Entronca directamente con eso que llamamos socialización diferenciada, y es que sí importa en qué “cuna nos mecen”. Más allá de lo sabido, lo interesante es cómo la realizadora (nieta de Elvis Presley) aborda las consecuencias de la desigualdad en una cultura (la indígena) que para nosotros resulta muy lejana y apenas abordada en el cine.

“Rojeck” resulta decepcionante desde un principio. Quizás me esperaba un análisis más profundo sobre la génesis y trayectoria terrorista del ISIS. Un documento visual que mostrara el por qué y no el «mea culpa». Lo primero no se medita, lo segundo no resulta creíble.  

Si me permitís, y por no hacer eterno este artículo, resumo brevemente y sin destripar, las que a mi juicio han sido las mejores cintas del festival.

“Return to Dust” (LI Riujun, 2022) nos acerca a la actualidad histórica de un país, China, con grandes contradicciones (decadencia del mundo rural frente al desarrollo industrial infame y la especulación urbanística). La falta de visión y parquedad intelectual del gobierno chino alias monstruo económico, provocó no pocas censuras y obstáculos durante su producción y posterior salida del país. Rodada con una delicadeza que raya lo sublime, los planos fijos permiten reconocer el contexto adusto y opresivo que con perfil de superioridad asedia en lo económico e intelectual a nuestros protagonistas. Una vez reconocido, el director nos embriaga con movimientos de cámara muy sutiles que aligeran la carga emocional invitándonos a empatizar con un universo propio, donde el esfuerzo y el trabajo construyen nada más y nada menos que un hálito de dignidad y esperanza en estos momentos convulsos en los que nos encontramos. Quisiéramos ser ellos, aun siendo olvidados, repudiados y degradados ante los ojos vacíos de la codicia. El futuro les ha desheredado en lo social y en lo económico. Sin embargo, su riqueza personal se moldea lentamente al calor del amor y el respeto. Para mí, una de las pelis imprescindibles de este año.

Puedes ver la película íntegra aquí:

“Arquitectura Emocional 1959” es un bellezón en todos los aspectos. Filmado como ensayo, su director León Siminiani, realiza este mediometraje (30 min.) construyendo la narrativa al servicio del montaje y la voz en off, ofreciéndonos diferentes capas de una sola historia. Esta, la que aflora y sobre la que vertebran todas las demás es, indudablemente una historia de amor. Pero hay algo más y eso es lo que hace que esta cinta destaque especialmente: Tal y como delata su título, los personajes solo son herramientas de una sociedad ya construida y que difícilmente puede desmoronarse: Una sociedad de clases, de espacios y distancias que marcan destinos, de arrabales que buscan conquistar derechos, y de cómo construir un futuro común pese al largo camino que separa a los personajes. Arquitectura emocional que nos obliga a reflexionar sobre las oportunidades (vitales, profesionales), a las que tendremos derecho sin que importe el lugar de donde arranquemos.

La voz en off que preludia reflexiones de buenismo del pijoprogre en la peli “19” (Javier Khün) comienza deseando un futuro que no existe: “Corren tiempos de sentirnos absolutamente libres e invencibles. De ser generosos con el amor y de ser enemigos de la mentira. De poner a salvo el alma y de acompañar a nuestra valentía y nuestra fortaleza. Cuando el mundo se tambalea, compartamos estos momentos”.

Termino este artículo y se me atraganta la palabra recordando lo que este Festival fue (lugar de aprendizaje, descubrimientos, debate, búsqueda incesante de cultura). Películas inmensas sobre las que he escrito, que son muy pocas cuando en épocas pasadas me faltaba papel, y secciones que no alcanzan el objetivo que pretenden. Para que se me entienda: las secciones de un festival son como la guinda al pastel. La fuerza, el sentido temático, la libertad de programación, la valentía de quien ofrece miradas diferentes, el lenguaje creativo o la imagen distópica, son en realidad el eje vertebrador sobre el que se basa un festival. SEMINCI lo ha perdido. Sus secciones son fútiles, prescindibles y no conectan con las verdaderas inquietudes, el verdadero debate que está ocurriendo delante de nuestras narices.

Recurro a las palabras de Susan Sontang: Vivimos bajo la continua amenaza de dos destinos aterradores y aparentemente opuestos. La banalidad implacable y el terror inconcebible. La fantasía es lo que permite a la mayoría de la gente lidiar con estos dos aspectos. Hoy en día esto es la SEMINCI: Fantasía disfrazada de moral para no molestar a sus patrocinadores, y clientela potencial, que quizás ya se muestre insensible o perezosa para asomar la cabeza fuera de su zona de confort (también llamado buenismo del pijoprogre).

Dejo aquí, en honor al título de mi artículo, la maravillosa entrevista que Joaquín Soler Serrano hizo a Milan Kuindera en ese inolvidable programa, “A fondo”, para que os piquéis.

https://www.rtve.es/play/videos/a-fondo/milan-kundera/4836164/

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