Desde lo alto un joven recuerda lo que de niño soñaba. Desde lo alto las palabras sobrevuelan para dibujar unos sueños, unos recuerdos y unos referentes que marcaron, marcan y marcarán una vida.
La sencillez de una historia personal, introspectiva y llena de historia familiar se agolpa en Caballo de espuma de Juanjo Rueda. Ya nos llenó de recuerdos, de los suyos, en Litoral, y aquí vuelve a realizar un ejercicio de collage con cintas de video familiares, con flashbacks a su infancia, a sus pilares en la vida, su familia. Todo en veinte minutos, en un corto que juega con diversos tiempos y colores visuales, pero que capta al espectador por el conjunto de voz en off e imágenes como si de un juego se tratase.
Lo realiza desde un viaje de despedida, pero con un cuaderno con guion, que varía en cada capítulo, con el que juega con el espectador, realizando montajes en cámara: escribiendo, borrando, como se hace en la propia vida y en la memoria, crear y borrar dependiendo de lo que vaya surgiendo.
La imaginación es otro tanto en Caballo de espuma, en ese montaje, en esos trazos de dibujos de comic con sus viñetas que no se saben si reales en su momento o que el propio texto de los mismos influyó en la forma de narrar. Y sí narrativa vocal hay, porque Juanjo Rueda nos cuenta de viva voz su guion, además de parte del mismo escribirlo como si estuviera escribiendo para no olvidar, porque la cinta es un canto al recuerdo vivo.
No hay dobleces en la sinopsis del cortometraje: Recuerdo que de crío pensaba que desde este lugar podía verlo todo. A esta frase y a ese lugar, vuelve y vuelve una y otra vez el director cada vez que el capítulo cambia, cada vez que la toma lo requiere, cada vez que el recuerdo se agolpa más intenso, y así hasta llegar a ese lugar en plano fijo de despedida, a oscuras, pero como si de una fiesta de despedida se tratase.
Aunque la historia que narre Juanjo Rueda es suya, hay una universalidad en la película, un poso de rendir homenaje a la familia en todo su contexto, y que llevará a cada espectador a viajar por sus propios momentos e instantes de recuerdos familiares.