Qué difícil es a veces saber quién es el protagonista principal de una película, y no es algo peyorativo, todo lo contrario, es ver como una historia se nutre de cada uno de los personajes y que cada uno posee la misma carga argumental que cualquier otro que aparece en la cinta.

Haider es el hijo pequeño de la familia Rana, patriarcal y clásica. Todos desean la llegada de un niño para poder continuar con las tradiciones, pero la vida de Haider toma otro rumbo, se une a una compañía teatral de danza erótica, donde la protagonista es una chica trans, Biba. Todo ésto en secreto, hasta el amor que ambos se acaban procesando.

Aquí los secretos son muchos, y todos tienen que ver con los anhelos y los sueños de Haider, de su mujer y de su amante. Cada uno quiere una independencia fuera de los cánones sociales por ser mujer, trans, hombre o por tener la obligación de traer a este mundo un varón y seguir con la familia.

Joyland es de esos trabajos corales, donde aparecen él y ella, pero no se sabe quien aporta más, la mujer de él, su padre, su hermano, su cuñada e incluso una vecina que por allí pasaba. Además, que para que todo ese engranaje de mil historias acabe en una la maquinaria necesite de algo más, como es la cultura del país, los arraigos y sus costumbres y dogmas, y hace de la película una coordinación total y envolvente. Todo aporta, gira y vira hasta llegar a explotar en cada protagonista.

Qué paradoja que una película tenga tanto colorido y que nos arrastre hacia una mirada tan oscura y cruel de una realidad, aunque sea ficción, de una sociedad estancada en los prejuicios de la sexualidad y la libertad de elección de vida de las personas. Cánones establecidos, plasmados en los personajes masculinos y que arrastran a los femeninos por mucho que intenten revelarse.

Joyland es la ópera prima de Saim Sadiq y maneja la historia con soltura, aunque sí es verdad que hay momentos que la película parece entrar en bucle y se repite. Pero ¿la vida no es así en ocasiones, o casi siempre?. Podríamos pensar que muchas situaciones en la casa familiar nos cuentan siempre lo mismo, pero cada una está llena de matices enfocados a un personaje en concreto, y a la siguiente otro protagonista, así hasta dibujar la burbuja social de Pakistán.

Habilidad en tratar los temas más delicados, con sutilidad y con la gran mirada de la tolerancia, en pequeñas dosis y con sigilo, realizando un gran contrapunto con algunas secuencias, que aunque con dureza de fondo transmite alguna positividad y sonrisa al espectador.

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