Cuando la palabra soledad aparece en una vida siempre uno se pregunta si ha sido por deseo o es impuesta, incluso esa imposición puede ser por elección propia, pero siempre tendrá otros matices muy diferentes a los del deseo; porque deseo y elección conlleva significados diferentes, o no, juego de palabras para dibujar escenarios diferentes con color final idéntico. Y muy distinto es estar solo que sentirse solo, que es algo de lo que aquí Sola de José Manuel Rebollo habla, además de muchas otras pinceladas que rodean a este estado en el que se puede encontrar una persona, sola.

Marta decide no salir de casa por voluntad propia. Su pareja ha decidido dejar la relación en uno de los peores momentos de su vida. Quiere aislarse, vivir con ella misma y sobrellevar los duelos interiores en soledad. Ahora tendrá que lidiar con los sucesos extraños que comienzan a pasar entre las paredes que habita, su hogar.

Cuando comencé el visionado de Sola hubo algo que me llamó la atención, la música, tan abundante, tan cambiante en ritmo, en sonidos, en estilos, navegando por musicalidades que daban lugar a géneros cinematográficos muy dispares y distantes entre ellos y pensé que iba a jugar en contra de la cinta. Pero, todo lo contrario, un acierto mayor como se impone la música en cada secuencia, arropando a los silencios y trasladándonos a la piel de la protagonista, desde la parte más íntima de su personaje a la pura distopia de la historia que sobrevuela entre los sueños y la irrealidad de la imaginación o de las influencias del pasado.

A veces pasamos de puntillas por el significado de la palabra influencia o afectación, sin poner atención que todo lo que nos rodea, antes o después, puede estar dando la señal de alarma en nuestras vidas. El personaje de Marta anclada en un dolor, la pérdida de un ser querido y un apoyo y la aparición de una nueva condición en su vida, una enfermedad, hace florecer en ella dos sombras, dos historias que se postulan como un ángel negro y un ángel blanco, el bien y el mal, la positividad y la negatividad.

Todo ello está dibujado por José Manuel Rebollo entre cuatro paredes, y con un personaje principal que transita y deambula en esa casa llena de recuerdos y de entes que aparecen para poner en tela de juicio todo lo que pasa por su cabeza. Hay un juego teatral en la escenografía, en las interpretaciones que se rodean de un escenario sobrio, sombrío que da margen a entrar en el terrero del género de terror, y la sencillez de las imágenes que nos adentra, con naturalidad, en el drama de la protagonista, Marta, prisionera de sus miedos y atada a sus pensamientos negativos.

En cierta forma, y sin ser algo que sea posiblemente lo que ha deseado el director, la película es un fiel reflejo de muchas posibles situaciones vividas años atrás en plena pandemia, la vida en soledad de muchas personas, el miedo a lo que vendrá, los fantasmas de la vida y la incertidumbre de lo que pasará y a qué se enfrenta. Porque ¿realmente sabe Marta a qué se ha enfrentado en ese encierro voluntario? ¿a ella misma, la vida, el pasado, los referentes o al ser humano en sí? ¿sabemos cuál es nuestra lucha diaria interior, o no queremos verla?. Muchas preguntas plantea Sola de José Manuel Rebollo.

Sola es una pequeña producción, con un gran fondo, que ha sabido elegir actores con arraigo en el escenario donde se ha grabado, y dónde lo pequeño han hecho grande, sin florituras, pero sí con profundidad.

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