
Dos escenarios tiene Madrileña en la Sala Negra de los Teatros del Canal. Uno blanco, los biombos, y otro negro, el suelo diáfano de la sala que da espacio a Cristina Cazorla para que explore y se explaye junto a los tres músicos que acompañaban a la bailarina en este viaje por su ciudad natal, Madrid.
Aquí, en Madrileña, las luces juegan un papel importante, ese arranque con un haz de luz tenue, que se abre lentamente para darnos a conocer a la protagonista, la gata, ese duende madrileño que recorre calles y etapas con delicadeza, cariño y alguna que otra pizca de humor que aflora. Hay otro momento donde otro haz de luz hace que la bailarina juegue con su cuerpo, pareciendo muy pequeño en el escenario, a medida que se acerca al foco se agranda, no por el reflejo, es meramente por la cercanía. Esa acción de diferentes distancias, de acercarse y alejarse con sigilo es constante, emplea la variedad del movimiento de la danza alrededor de las luces, al mismo tiempo que la coreografía dibuja una historia, por momentos universal, pero al mismo tiempo personal.
Para presentarnos la ciudad el biombo da su primera interpretación, la iluminación se centra en él y zas, la ciudad de Madrid en una parte, evocando casi la modernidad de la ciudad, y en el otro la gata, que va aumentando cada vez más su tamaño, mirando desde lo alto esa urbe que aunque estática, parece moverse y transitar en los tiempos. Una mirada nostálgica a la par que desafiante en el tiempo, diciéndonos que las etapas están por comenzar, por realizar ese viaje emocional para las protagonistas, la ciudad y la gata.

El baile y la interpretación van de la mano, y así lo demuestra Cristina Cazorla durante toda la representación. Una cara que es el espejo de su narración, de su escritura de la historia por medio de su interpretación mucho más allá de los movimientos, que ya de por sí son perfectos transmisores de emociones y de reflejos de la historia.
Y sí, hay mucho con poco, un espacio diáfano, cuatro artistas en un escenario y una historia que evoca recuerdos, etapas y una ciudad donde desembarcar para soñar.