Decir, decir y decir. Contar, contar y contar. Afirmar, afirmar y afirmar. Difamar, difamar y difamar. Ese es el contexto que hoy en día tenemos en todos los ámbitos, pero sobre todo en los medios de comunicación, en lo que nos dicen, cuentan, afirman y finalmente, ¿difaman o es la exposición de la verdad? Todas las etiquetas posibles para expresar los hechos reales en cada noticia que sale de cualquier tema, y si es con los clichés tan típicos y tópicos de una sociedad que sentencia desde el primer segundo, mejor que mejor.
Los tres primeros sábados y domingos de febrero, la compañía andaluza El Aedo será protagonista en los Teatros Luchana con la obra «El monstruo de White Roses», llevando al escenario el caso de la desaparición de una joven en 1991 en Ohio (Estados Unidos).
Emily Dawson reaparece con un grito de auxilio un año después de su desaparición. Este hecho fue noticia durante mucho tiempo en los periódicos y noticias, en toda la prensa, más amarilla que realista. Harry Coleman, un joven de Ohio, fue acusado de su secuestro. En tono de thriller y con tonos emocionales, la obra gira en torno a las personalidades de Emily y Harry, y de fondo esa televisión en constante movimiento de noticias.
La realidad se agolpa en la ficción, reflejo de nuestro día a día, y aquí, en El monstruo de White Roses, dan muestra de ello. Partiendo de hechos reales que acontecieron años atrás, Jesús Torres, autor y director de la obra, nos lleva por la parte más emocional de los protagonistas, y de fondo, pero en alza, plasmando la sociedad, sus formas, su tino y desatino, su desequilibrio en los hechos y en las interpretaciones, y de cómo todo se altera continuamente, sin medir las consecuencias, ante todo en los medios de comunicación.
Dos interpretaciones al borde del éxtasis, exhaustos, acaban ambos actores (Víctor Palmero y Lucía Díez), que se centran en pocos metros cuadrados, recreando lo que se viviera, también en un espacio parecido. Soberbios en el tono y en la forma, en llevar a los extremos cada situación, y poseedores de la contención cuando es requerida. Ella es impetuosa en todo momento, casi sin perder el aliento por continuar, y él, alma fría, pero con esa coraza que no deja salir lo que realmente es y piensa. Pero si algo que es fundamental destacar en la obra, es que nada es lo que parece, algo cada vez más veraz en el mundo en que vivimos, tan influenciable como variable.
Además, en esas paredes no todo es negativo, hay un espacio para que cada personaje deje entrever lo que desea y lo que afecta a su vida. Un espejo para verse, un tiempo de reflexión en 70 minutos intensos.
Una obra totalmente visceral, desde dentro hacia fuera y viceversa, tanto de los protagonistas como del exterior hacia ellos. La crítica la deja para el espectador, realiza una exposición de hechos, de actos que resultan un conjunto de pensamientos que van rotando y encajando un puzle a descifrar o meramente a sopesar en el contexto social de los hechos reales, extensible a todos los casos que se suceden cada día, y que valoramos con gran desconocimiento de la realidad.
FICHA ARTÍSTICA / TÉCNICA
Una producción de El Aedo Teatro
Dramaturgia y dirección: Jesús Torres
Reparto: Víctor Palmero y Lucía Díez
Diseño de iluminación: Jesús Díaz Cortés
Diseño de escenografía: Carlos Brayda y Juanjo González Ferrero
Diseño de vestuario: Juanjo González Ferrero
Videoescena: Antonio Villar
Fotografías: Moisés F. Acosta
Diseño gráfico: Enblanco