Los términos medios parecen estar reñidos con las figuras más destacadas de la cultura, sobre todo si la genialidad es uno de los adjetivos que sobresale en cuanto a la persona y/o personaje (artista). Little Richard no se quedó agazapado en cuanto a esta reflexión, hizo méritos en toda su vida para ser un referente de ello y así lo plasma Lisa Cortés en el documental que ha creado en torno a la figura del cantante.

Lisa Cortés ha apostado por poner en pantalla la vida del cantante en orden cronológico para comprobar esas idas y venidas del mundo musical del rock, por el que apostó cuando sacó su personalidad más arrebatadora, aunque tuviera la parte más mística en distintas etapas que surgieron por excesos y pérdidas, acabando de donde vino, la iglesia y el góspel.

El documental tiene declaraciones de artistas como John Waters, Tom Jones, Mick Jagger, Paul McCartney o Nile Rodgers, entre muchos otros, pero también familiares y personas dentro del sector de la música a otro nivel. Extractos visuales de toda su vida se ven unidos en un collage que juega con los colores, con los cambios y las ambigüedades del artista, como la vida misma, con sus luces y sus sombras, y con muchísimas entrevistas de Little Richard (Richard Wayne Penniman) que nos hacen ver esa carretera llena de curvas que fue su vida delante de un micrófono y detrás.

Si algo deja claro la película son las influencias y la rueda que ello conlleva, los artistas que aquí nos dicen beber de Little Richard son los que ahora mismo ya son fuente de inspiración para muchos que llevan ya tiempo en el escenario, o que meramente están comenzando. La música en sí es un eje de donde parte la creatividad y que une letra y sonido para contarnos historias, pero siempre con un estilo de fondo, o muchos unidos al mismo. Algo que supo llevar en toda su vida el artista protagonista, contaba lo que quería, lo que vivía, ya fuera con el rock, como su música eclesiástica, cada uno en el momento vital en que estuviera. ¿Compatibles? Seguramente para él sí, fuera una evolución o una involución al mismo tiempo, unos cambios que hacían que el viaje fuera cada vez más extremista y dotara al artista de su personalidad progresiva fuera y dentro de los escenarios.

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