Bassem Breish en su primer largometraje, retrata el mundo rural del Líbano, con una sociedad que deja a la mujer fuera de los tiempos y centra su figura en lo convencional. En Riverbed lo hace por medio de la relación de madre e hija, y lo sombrío que rodea sus vidas, sus circunstancias y sus consecuencias. No todo queda dicho, el director ha querido dejar a la interpretación del espectador lo que puede suceder o no en esa relación materno-filial, pero que no deja ser una relación abierta a la sociedad y a sus tabúes, a lo establecido en sus normas.
Riverbed tiene la universalidad como bandera en su guion, pero enfatizado por el emplazamiento de la historia, Líbano. La relación entre la madre y la hija plasma lo generacional, las distancias creadas por ello y por lo que la sociedad marca como norma y no como persona individual y libertad de vida. Esos silencios tan profundos que transitan en la película son un grito profundo hacia la necesidad de ser uno mismo donde quiera, una búsqueda de la tolerancia y la comunicación.
Tenemos una pequeña entrevista con Omaya Malaeb, que tiene el personaje de la hija, siendo también su trabajo novel.
Tu primer papel, si no me equivoco, ¿cómo te has sentido?
Me sentí muy bien haciendo este papel, fue una experiencia maravillosa.
¿Cómo fue trabajar tu personaje y las partes que tienes con Carol Abboud?
Fue algo muy interesante. Hablé mucho tanto del papel de la madre como de la hija con el director antes de comenzar el rodaje, y con Carol. Ella es una actriz muy poderosa y ha sido algo muy bonito.
¿Cómo es trabajar con tantos silencios y tener que transmitir mucho más con la mirada?
Me gustó mucho esa falta de diálogo, hay tanta emoción para poder retratar lo que hay que contar, y se puede hacer sin palabras y sin ninguna necesidad de contar, nada más ha sido bastante natural. Los dos personajes no son muy focales, por lo que el silencio era normal, y pesaba más. Además, el silencio brindaba y ofrecía más espacio para expresar esas emociones y también daba el tiempo y el aliento necesario al espectador para reflexionar, recibir y entrar, para realmente captar la intimidad; algo que quiere transmitir la película.
¿Qué fue lo más fácil y lo más complicado para ti?
Lo más complicado fue el comienzo, porque era la primera vez que me encontraba en un plató de cine. Actuar, interpretar y entender la dinámica de un rodaje, no conocía nada, pero el equipo fue increíble conmigo, realmente fue como una familia y muy profesionales. Curiosamente, eso que fue lo más difícil, terminó siendo lo más fácil, por esa dinámica de grupo que se fue creando, y terminó siendo lo más bonito, compartir.
Riverbed es una película con muchas aristas abiertas y cicatrices que están en todo momento latente, pero sin definirse del todo. ¿Crees que es importante que todo esté abierto a muchas interpretaciones?
Es interesante que existan esas aristas abiertas, que todas las ausencias no se contasen, ya que al mismo tiempo lo que no se cuenta no influye para cambiar ni el argumento, ni la historia, ni la trama. Que el espectador salga preguntándose y siga sin tener contestaciones a tantas preguntas fundamentales me parece bueno, para que ellos vacíen sus propios vacíos. Por ejemplo, una buena pregunta sería: ¿dónde está el padre? No se sabe el porqué, sólo que no está. Me gusta que sea así porque eso añade profundidad, añade un mayor sentido del antes y después de este acontecimiento porque al fin y al cabo tampoco vamos a contar una vida entera, sólo vamos a centrarnos en un momento particular e importante de estas dos mujeres, y sigue habiendo una vida antes y después de cada uno.
Una historia universal en Riverbed, pero que al mismo tiempo muestra mucho de la sociedad libanesa y mucho más de la zona rural, ¿plasma la realidad actual que se vive allí?
Sí, en muchos sentidos sí, se ve en los pueblos en las aldeas fuera de Beirut o a dos horas, donde hay un fenómeno muy importante: los hombres están ausentes porque están en el extranjero, trabajando y hay muchas mujeres que están solas y ¿qué hacen las que han llegado a cierta edad, donde se supone que han hecho todo lo que la sociedad les pide que hagan? Ya están casadas, han educado a los hijos, pero ellas están ahí siendo lo suficientemente jóvenes para poder disfrutar de la vida, pero simplemente están sentadas en el pueblo y no hacen nada, es una especie de absurdo bastante común y que existe. La película lo retrata e incluso con toques de humor, como esa fiesta de tupperware y las amigas donde hacen el reparto. Es todo un reflejo de la vida rural.
La cinta nos habla de los tabúes del Líbano, ¿cuán de difícil es romper con ello?
Como en muchos sitios no es lo mismo romper tabúes en la ciudad que en un pueblo/aldea, es muy diferente. Una mujer no casada en una ciudad tiene más bagaje, más resistencia que en un pueblo, pero sí se rompen aquí en la película. Salma, con más de cincuenta años, independiente, siendo madre con una vida amorosa a escondidas, lo hace de la mejor manera que ella puede, de una manera clandestina. También está el tabú del aborto, que es complicado en todo el país, así que ocurre entre bastidores. Pero quiero decir, que el hombre en el pueblo tampoco lo tiene fácil, en cuanto a las relaciones personales, el guion lo cuenta.
¿Cómo ha sido recibida la película en el Líbano?
Ha tenido muy buen recibimiento.
¿Próximos proyectos?
No sólo de actriz. Habrá tanto música como cine, tanto en el sector cinematográfico como musical, ya que soy música de profesión.