Manuel Carrasco

Fotografía: Xavi Torrent

El pasado día 29 de junio Manuel Carrasco volvió a cumplir otro sueño, a superar otro peldaño más de esa escalera que es la vida en la música, llenó el Bernabéu, no para dar un concierto, más bien para dar un espectáculo de música, de artificios audiovisuales y de emociones por partes iguales.

Cuarenta temas llenaron el escenario, algunos de los temas en compañía de compañeros de profesiones, y cantando alguna canción de esos amigos que acompañaron al onubense en esa noche tan especial, tan dentro del escenario como fuera. Recorrió sus veinte años de profesión, sus alegrías y sus trabas hasta llegar ahí, y lo contaba con ilusión, pero alto y claro, con la seguridad que tiene en estos momentos como artista, sí, como artista, ese pintor de brocha gorda o triunfito, esa frase ya la ha mencionado en más ocasiones, pero esta vez lo remarcó mucho más. Llegar hasta esta fecha ha tenido sus sinsabores, y en el concierto soltó durante 175 minutos toda la adrenalina que tenía.

Desde el primer momento del concierto lo audiovisual tomó su fuerza y protagonismo, y arrancó con un videoclip en forma de ficción de una búsqueda y captura de Carrasco, ahí sus salvadores eran sus hijos que dieron el pistoletazo de salida para que Manuel Carrasco, arrancara con Corazón y flecha -nombre de su último disco y gira- la velada. Tremendamente emocionado subió al escenario, algo que ocurriría en muchos momentos mientras que sus fans y asistentes al evento corearan Lolo, Lolo… o recordando el porqué de algunas canciones. Especial agradecimiento a su familia y a quienes fueron su apoyo desde sus inicios.

Carrasco es un artista de cifras, de ir creciendo con ellas y de récords, pero sin que ello sea algo que marque a su persona, pero sí su carrera. Ahora volvía, para cerrar gira, siendo el primer artista en subirse a las tablas del Bernabéu, repleto de corazones que latían con él, y como dijo, cuando habló, de ahí el ruido que había, la unión de todos los latidos con el suyo. El cantante es emocional, pasional, en sus letras, en sus declaraciones de intenciones, cuando habla, y en este concierto lo hizo menos que nunca, deleitó al campo entero con su música, con su emoción y con su vitalidad. Siguiendo canciones como Tambores de guerra, Hay que vivir el momento y Me dijeron de pequeño, ahí, con ese tema que siempre se expresa con potencia, se notó más coraje que nunca en su interpretación.

Ahora es cuando se dirigió al público a dar respuesta al videoclip con esas preguntas de cuál era el secreto de su éxito o si tenía un talismán. Para Carrasco, el éxito estaba abajo, mirándole la perseverancia, la pasión, las ganas, no había más. Frases como Soñar en grande, He llenado el Bernabéu sin jugar el Madrid y Este concierto es para celebrar el momento porque nos lo merecemos, hicieron que el público estuviera cada vez más integrado en el concierto. Tirones de orejas a los políticos, un no a la guerra, y recordar a Palestina y sobre todo a los niños que más sufren.

A partir de ahí y hasta el final del concierto aparecieron los compañeros invitados, Niña Pastori, Luis Fonsi, Camilo, con quien cantó la canción que sacaron recientemente Salitre, Malú con Se aferró a la pena, esa canción tan de ambos, como de Malú, y, por último, Juanes. Cada canción que cantó con ellos tenía un significado, no fue elegida al azar, Coquito con Luis Fonsi porque él sabe perfectamente de qué va la canción, por ejemplo. También cantaron un pedacito de canción de cada artista tras interpretar cada tema elegido para el dueto.

Fotografías: Xavi Torrent

Estaríamos enumerando cada canción, cada sentimiento, cada frase del compositor de Isla Cristina, que lanzó gran parte de esos grandes temas más reconocidos de sus veinte años de carrera musical, y son los que hicieron que el público siguiera con él sus letras. Tuvo su momento para dedicar la canción de Madrid, explicar lo que significa la ciudad para él, especial recordatorio con Libélula… su momento más íntimo en acústico con guitarra y posteriormente al piano, otra canción dedicada al estadio, que acogía la noche de cierre de gira, y por supuesto hacer danzar y cantar a todos con su última composición, La reina del baile, que salió hace poco más de una semana y que hizo subir los decibelios, esos que parece que no se podía hacer porque la música parece ser que últimamente molesta y mucho.

Corrió, bailó, sudó, tuvo sus momentos de gran complicidad con la banda, y ahí es cuando me paro a dedicar unas líneas a ese equipo de musicazos que acompañan en cada concierto a Manuel Carrasco, y que poco se habla de ellos, esas guitarras/bajo, esos vientos, batería, piano, coro/bailarina que aportan tanta sonoridad al cantante, que se sienten tan protagonistas como él, haciendo un equipo compacto en el escenario, y que dan vida a sus letras; añadir que fue muy original la presentación de cada uno de ellos al final en pantalla, como si de un pantallazo en movimiento de instagram se tratase uno por uno. Cuando Carrasco realiza los solos vocales con una guitarra, con el saxo o la trompeta, por ejemplo, sacan la esencia más pura del onubense, de esa parte que quiere sacar de la música compartida, de plasmar la complicidad y la necesidad de expresión musical por su parte, porque sus letras son él pero al mismo tiempo universales en su fondo, porque su forma es puramente personal.

Alabar el despliegue audiovisual en todo momento, de cómo hizo partícipe al público con las pulseras para que cada canción tuviera su color y que los móviles quedaran fuera en la función de levantar y poner las linternas, en esa coordinación de las gradas del fondo dibujando una flecha con cada persona como cuadro de un color… Lo dicho, todo un espectáculo integrado en un concierto, un dos en uno armonizado por las emociones que emanaba de todo el estadio. Y cómo no, ese trabajo de convocar y de reunir a parejas que querían su pedida de matrimonio, de historias de amor en torno a la música del onubense, porque la evidencia es ésta, él canta al amor como base principal, que no deja de ser el motor de la vida.

Y cerró con el show, sin querer irse, profundamente emocionado, con esa flecha dada por sus hijos y lanzada al corazón del recinto, apagando y cerrando una gira de ensueño y de alegrías, y previamente con la canción número cuarenta del repertorio que dio. Hasta por la mañana, que todo el mundo coreaba al terminar, al salir y al irse, hasta la propia Castellana:

Que no, que no, que no, que no me da la gana
Que no me voy de aquí hasta por la mañana
Que no, que no, que no que no me da la gana estar sin ti
Ya no me da la gana estar sin ti

Fotografías

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