Si algo está más que presente en el cine de Arturo Prins es la trascendencia del ser humano, y aquí en su última creación va como título de la película, «SER HUMANO». Una cinta para nada convencional, pero sí con el fondo, existencialismo, y parte de la forma, observación, que el director hispano argentino lleva desarrollando durante años en su cinematografía.

Ser humano es compleja, intensa, reflexiva, metafórica, mística, por momentos incluidos retazos religiosos, algunos incluso nos llevarán a toques mitológicos, y condensada en un texto extraído por completo de «El tratado sobre el fuego cósmico» y «El destino de las naciones», con la voz en off de Marie Montemurro. La persona como fondo, y la creación como punto de partida, y ese objetivo de relatar de dónde venimos y hacia dónde vamos.

Desde una atalaya en la Costa Azul, una cámara voyeur observa la parte más cotidiana de los seres humanos durante sus momentos de relax en las playas de Niza. Sin embargo, por medio de unos textos esotéricos del budismo transhimaláyico, nos hace viajar al pasado y al futuro. Según la narrativa, «Ser humano» es una película que vigila y muestra al hombre desde una perspectiva cósmica, su fin, su destino, sus cambios espirituales en sus días, desde los esfuerzos iniciales hasta la caída en la luna, el vínculo con otros reinos de la naturaleza y su relación con el Logos Planetario y el Logos Solar. Una conexión con el universo ante la inmensidad del mar, y lo minúsculo de cada persona que la cámara capta.

¿Qué tiene de Arturo Prins «Ser Humano»? La voz en off, la búsqueda de la razón de la existencia, del fondo y la forma de la misma, ese voyerismo que tanto le caracteriza detrás de la cámara, observador nato a distancia, y el cuidado de la música en sus trabajos.

Cuando el director busca los orígenes en los textos, la mujer y la maternidad están muy presentes y lo traslada a las imágenes con la figura de la mujer y sus hijos, de las familias, viviendo con normalidad su estancia en la playa, sin pensar que están siendo protagonistas de la vida en comunidad y no su soledad personal.

Arturo Prins habla de este trabajo como el más experimental de su carrera, y personalmente no lo veo así, puede que sea el más intenso y con un trato más filosófico que ningún otro, dotando a las imágenes de un texto que incita a la concentración total en ese mar de fondo que uno se pierde en la relajación de la voz narrativa y la música. Una cinta donde cada palabra cobra relevancia para la siguiente frase, un trabajo donde la atención tiene que ser extrema, y por ello se agradece que la cinta esté realizada en poco más de una hora, y seguramente que en cada visionado nos llevemos con nosotros mismos matices diferentes a lo que hayamos captado con anterioridad.

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