El Umbral de Primavera acogió durante el mes de febrero la obra Azul, y me dejo caer… de Carmen Soler, con las interpretaciones de la propia directora junto con Belén Chanes y Olga Goded.

Desde la positividad de la frase inicial de la protagonista, Andrea, «Hoy va a ser un gran día» que repite como si fuera un mantra, la obra navega por todas las emociones que un ser humano puede pasar, alegría, tristeza, ilusión, agobio, derrotismo, incertidumbre… y así podríamos seguir con muchísimos más sentimientos que se desgranan en Azul, y me dejo caer.

La normalidad de una entrevista de trabajo, la convivencia con una madre, la relación con una pareja, y todo tomado en horas. Carmen Soler nos lleva a reflexionar sobre lo importante en la vida, de cómo vivimos rápido y sin pararnos a pensar el cómo y ni siquiera para qué, sólo como si funcionáramos como un motor sin rumbo fijo, sin paradas ni disfrute. Una obra que nos invita a reflexionar como el ser humano, y aquí la mujer, vive sujeto a lo que marca la sociedad y sus cánones establecidos, un trabajo, una casa, una familia y poco más, pero habla de tener, no de disfrutar.

En el guion se nos plasma el vivir a mil, pero sin reparar en lo que realmente nos hace felices. Andrea sale de su casa a una entrevista de trabajo, ya de primeras arranca deprisa y mal, conversaciones absurdas con la limpiadora y en bucle, prisas que hacen que pierda la concentración y no repare en la necesidad de la calma para conseguir ese trabajo que necesita, ¿y por qué lo necesita? Para ayudar a pagar un alquiler, es decir, sobrevivir. En ningún momento se habla de ilusiones, de anhelos, meramente se habla de lo que es el día a día, pero sin objetivos, sólo seguir adelante como se puede. A medida que avanza la obra irán apareciendo personajes, cada cual con sus aristas, sus problemáticas y su idiosincrasia, pero con un denominador común, el estrés tanto verbal como corporal expresivo en el personaje.

Uno de los factores a destacar es la simplicidad del espacio que utilizan, una sala y sus tres cuerpos para poder contarnos una historia llena de matices. Sencillez llena de consistencia creativa y narrativa. Conversaciones ágiles que hacen que pasemos de la alegría a la tristeza en un chasquido de dedos, lo que cada una de ellas tardan en cambiar de personaje, porque sí, son tres actrices, pero muchos más protagonistas.

La obra estaba programada para dos funciones, agotaron enseguida y se prorrogó todo el mes de febrero, y han ampliado a dos jueves de marzo al haber llenado las sesiones anteriores.

Las tres protagonistas, Carmen Soler, Belén Chanes y Olga Goded nos responden unas preguntas para conocer mejor el trasfondo de la obra:

¿Cómo fue la creación del texto y no sé si ha ido variando a medida que lo habéis llevado a escena?

Carmen: El texto de Azul, y me dejo caer es, en su mayoría, un fragmento que pertenece a una obra preexistente que escribí en el VII Laboratorio de Escritura Teatral de Fundación SGAE: Naranja y rojo. Desde que iniciamos el proceso de montaje, este texto ha ido creciendo, generando nuevas escenas, algunas con texto y otras sin él, y, alguna de ellas, como la de la Muñeca vestida de azul, surgió de improvisaciones con Belén. El texto en sí, la palabra dialogada, efectivamente dicha por los personajes, no ha crecido mucho, pero toda la arquitectura del montaje y todo lo relativo a los diferentes niveles o capas narrativas que jalonan la pieza se ha ido desarrollando a través de un proceso de creación constante en la sala de ensayo. Y sobre nuestras propuestas, la intervención del resto de los miembros del equipo ha sido crucial y muy enriquecedora para complementar el trabajo.

Belén: Carmen ha explicado ya de dónde viene el texto. Yo diría que el texto original se ha variado poco, pero se han ido añadiendo textos que no estaban en el original, como el de la Muñeca Azul o la escena de los consejos. También se han añadido escenas de trabajo puramente físico y sin texto, como la del vendaval y la partitura de movimientos del comienzo.

18 escenas que pudieran ser diferentes, pero siempre con un punto de partida, la urgencia de resolver algo, ese dilema del ser humano, siempre ocupado en lo importante para él, en ese momento, pero que no lo es tanto, ¿buscando la relatividad de las cosas y el tiempo?

Carmen: Creo que la capacidad de relativizar es útil y muy saludable. Hay que relativizarlo todo,  hasta la necesidad de relativizar. En cuanto al tiempo, es un misterio que me fascina desde siempre. En Naranja y rojo, uno de los personajes dice: “el tiempo se queda con aquellos que se detienen y huye de quienes lo persiguen” ¿Y si el tiempo no existiera, como propone Carlo Rovelli?

Belén: Yo creo que en el texto hay mucha urgencia de Andrea, no tanto por resolver como por “cumplir con algo”, algo que ni siquiera sabe seguro si es lo que quiere, más bien tiene muchas dudas inconscientes y eso es lo que le hace colapsar y detener todo.

Olga: Sí, a veces hay que pensar que ni todo es tan importante ni tan urgente. De hecho, ¿qué es lo importante? Para responder creo que es necesario parar y cada cual debe encontrar su respuesta (si es que la hay).

Un escenario que nos lleva a miles, la sobriedad por bandera, para enfocar temas importantes, ¿desde el horizonte de lo simple se ve lo complejo?

Carmen: Creo que las imágenes más impactantes son las que cada uno genera en su cabeza. A veces, unos pocos elementos bastan para esbozar esas imágenes, que habrán de terminarse en la cabeza del receptor. Pintar con la palabra. Para mí es un reto maravilloso. Por otra parte, creo que es bueno dar responsabilidades al espectador en este sentido, que trabaje con nosotras co-creando la pieza.

Olga: Silvia de Marta ha diseñado una escenografía sencilla que nos permite jugar y crear diferentes espacios, si a eso le añadimos la propuesta de Félix Gontán (luz y sonido) no necesitamos más. De hecho, al eliminar lo superfluo podemos acercarnos más a la esencia de la historia de Andrea. 

Dibujáis a las protagonistas con rasgos tan a piel y cercanos, que nos podemos ver identificados con muchos matices de sus personalidades, pero más que de ellos de lo que nos impregna la sociedad en cada uno ¿nos queréis poner ante el espejo de la influencia de lo establecido en la sociedad?, al menos yo lo sentí así.

Carmen: Creo que uno de los aspectos de la historia de Andrea con los que más podemos identificarnos es el agobio que a veces sentimos en esta vida loca que llevamos (especialmente en las grandes ciudades) de ritmos de trabajo y producción frenéticos. Para mí una buena imagen para transmitir ésto es la de un carrusel que da vueltas muy rápido y del que resulta difícil bajarse. Hay algo que nos atrapa y nos mantiene en una espiral de responsabilidades, de producción y de consumo que termina siendo insana y perjudicial para la salud. Si lo pensamos fríamente, puede parecernos absurdo, pero luego, en la vorágine diaria, la inercia nos devora. Si a ello sumamos los condicionamientos culturales y creencias heredadas, aquella “influencia” puede convertirse en una losa mortal.

Personalmente, creo que esta dinámica nos debilita como individuos y como sociedad. Nos roba tiempo para la reflexión y nos impide tomar conciencia tanto de nuestra realidad como la de los otros, por lo que también debilita nuestra capacidad de empatía y de (re)acción. Descolgarse de esa inercia, “dejarse caer”, puede verse como una metáfora de la necesidad de parar, un acto de rebeldía frente a la tiranía de ese sistema que nos oprime, pero que paradójicamente no dejamos de alimentar.

Belén: Creo que sí, que la obra habla mucho de los mandatos que recibimos a diario y de los que recibimos incluso antes de nacer, de lo heredado familiar y socialmente. El monólogo interior de Andrea refleja esa conversación con nosotras mismas que tenemos constantemente sin darnos cuenta, una conversación en la que a menudo no nos tratamos todo lo bien que debiéramos.

Olga: Creo que nuestra protagonista habría tenido otra vida muy distinta si hubiera podido diferenciar claramente entre lo que quiere y lo que los demás esperan de ella. 

¿Desde el primer momento cada una de vosotras habéis tenido cada una de las protagonistas  dibujadas para vosotras o al estar en los ensayos habéis cambiado?

Carmen: El personaje de Andrea es bastante autobiográfico. Apareció en mi cabeza de un modo bastante claro desde el principio, aunque en el proceso de los ensayos he ido descubriendo matices muy diversos. En cuanto al resto de personajes, aunque también tengan su origen en mi vida real (como la abuela o la señora Marina), se han ido coloreando y concretando gracias al trabajo de Olga y Belén.

Olga: En mi caso no fui con una propuesta cerrada y los personajes se han ido modificando en los ensayos, han ido creciendo y mostrándose. Ha sido un bonito proceso creativo. 

Habéis vendido todas las entradas de los días que estabais en cartel. ¿Qué significa ésto para vosotras?

Carmen: Un alivio. Entre todas las tareas que hay que hacer en la producción de un espectáculo (por pequeño que éste sea) tener todo vendido desde el principio nos ahorra la de tener que convencer a la gente para que venga a ver la función. Un gran alivio, la verdad.

Belén: Una alegría. Nos sentimos muy agradecidas a todo el público y gente del mundo teatral en el que llevamos los tres años que nos conoce, está teniendo interés y curiosidad por ver lo que queríamos contar.

Olga: Estrenar con todo vendido es un subidón y una tranquilidad enorme. Sólo podemos dar las gracias por el apoyo.

Tres años, si no he leído mal, para llevar a cabo este trabajo, ¿qué piedras en el camino para poder llevarlo a cabo?

Carmen: En primer lugar, las piedras que tienen que ver con una misma. Yo llevo mucho tiempo haciendo teatro, pero la dirección no es, ni lo que más me atrae de esta profesión, ni lo que más he practicado, por lo que al principio tuve muchas inseguridades. Poco a poco, fui ganando confianza y resolviendo las dudas. Afortunadamente, tengo un equipo maravilloso que ha creído en el proyecto desde el principio. Ellos me han ayudado mucho, y este montaje ha sido posible, en gran parte, gracias a su talento y su generosidad.

Por otra parte, trabajar con un presupuesto tan modesto también nos pone las cosas difíciles. ¿Cómo traducir el ideal que aparece en las primeras visiones del proceso creativo, y adaptarlo a los medios de los que efectivamente disponemos? En este sentido, gran parte del aprendizaje ha consistido en trabajar “con/desde lo que hay”

Si os pregunto sobre la salud del teatro ¿qué me decís?

Carmen: El teatro siempre está en crisis. Más bien, como diría Heiner Muller, “el teatro es crisis”. Parece que los conceptos de “obstáculo”, “conflicto” o “problema” son consustanciales al teatro, dentro y fuera de la ficción. Es posible que en las últimas décadas, en nuestro país (al menos en las ciudades grandes), esté aumentando el número de personas aficionadas al teatro, pero todavía no es algo generalizado, y, lamentablemente, en nuestra cultura el teatro no goza del reconocimiento ni del respeto que se merece. Las exigencias de rentabilidad y los reducidos plazos de producción de los que se dispone a la hora de crear redundan negativamente en la calidad. No hay tiempo para la investigación y la innovación, y, por lo tanto, las posibilidades de crecer y evolucionar artísticamente son muy limitadas. Por otra parte, las ayudas son escasas, y las pequeñas compañías que trabajan por un teatro más experimental sufren mucho para sacar adelante sus producciones, lo cual eterniza la precarización y hace casi imposible la profesionalización en una gran parte del sector.

Belén: Yo creo que la salud de cara a la relación con el público es mejor que hace unos años, es decir creo que hay más gente interesada en ir al teatro y que el teatro se empieza a percibir de forma general de otra forma, no como algo necesariamente espeso y rollo, creo que entra más que antes dentro de los posibles planes de ocio de la gente. Creo también que hay propuestas muy nuevas e interesantes.

Ahora bien, creo que las condiciones de trabajo y económicas en las que muchas veces tenemos que trabajar las compañías con propuestas alternativas no son suficientes.  No están suficientemente apoyadas ni sostenidas por las instituciones. Hablamos de cosas tan básicas como que compañías pequeñas tengan acceso fácil a salas de ensayo públicas, o ayudas a las que acceder sin que haya de por medio una burocracia tremenda.

Olga: Uno de los problemas asociados al teatro es la precariedad en la que nacen y se desarrollan la mayoría de los proyectos. Nosotras hemos podido darnos el gustazo de meternos en un proceso creativo que ha durado un año, eso nos ha permitido investigar con calma y con valentía. Pero no es lo habitual. No obstante, parece que ahora hay cosas realmente interesantes en el Off madrileño. 

No sé si vais a tener gira, o incluso ampliar las funciones en Madrid

Carmen: La idea es seguir haciendo la función tanto como podamos, para amortizar al máximo toda la energía y el esfuerzo invertidos en levantar el montaje. Me apetece mucho llevar esta historia a diferentes lugares. Ver qué tal se recibe. Además de que nos divertimos mucho haciendo la función, personalmente me gusta compartir los diferentes mensajes que puede contener la obra.

Belén: ¡Ojalá sí!

Olga: Sí, por supuesto. El estreno en el Umbral de Primavera ha sido el primer paso.

¿Un sueño por cumplir?

Carmen: Nadar entre delfines que me consideren una amiga.

Belén: Poder dedicarnos sólo a labores de escena, que aparezca una distribuidora que haga ese trabajo que los actores, actrices, directoras… Nos vemos obligadas muchas veces a hacer sin tener las capacidades suficientes.

Olga: Poder hacer teatro en condiciones menos precarias.

Recibe nuestra Bienvenida a La Estrategia Del Caracol. Puedes dejarnos un comentario si quieres.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.